Nue jornada al filo de la navaja en Catalunya. El comando de 80 personas retirando lazos amarillos en las comarcas de Girona, los dirigentes de Ciudadanos rodeados de cámaras en Alella, una manifestación en la Ciutadella... Todos los ingredientes necesarios para que las calles estallen. De esta espiral no saldremos hasta que pongamos el foco en los hechos y no en los sujetos. Defender una causa política con el símbolo del lazo no puede ser una patente de corso para hacerlo de cualquier manera y en cualquier lugar. Defender la legalidad constitucional tampoco se puede hacer de cualquier manera. Explotar el dolor de las familias de los presos para perpetuarse en el poder puede ser tan mezquino cómo alentar la confrontación civil por un puñado de votos. De esta espiral es de la que debemos huir.

La jornada también tuvo motivos para la serenidad. Las instituciones funcionan y son el marco en el que dirimir las diferencias. Un juez dictó una orden de alejamiento para el acusado de agredir a una mujer por quitar lazos. Los Mossos identificaron a quien organizó la batida para sacarlos en Girona, no porque no se pueda hacer sino para prevenir el uso de métodos inadecuados para hacerlo. La Junta de Seguridad de Catalunya se reunirá el próximo jueves, para hablar de todo, de las identificaciones de los Mossos y de las presuntas implicaciones de miembros de las fuerzas de seguridad. Puigdemont hizo una tímida llamada a la calma, la primera desde el núcleo más enardecido del independentismo. Le deberían imitar quienes ostentan el poder legítimo en Catalunya.

Los próximos días son decisivos. No se puede llegar a la Diada en este clima enrarecido. La polémica de los lazos aún puede acabar siendo una serpiente de verano si todo el mundo asume sus responsabilidades, tanto políticas como institucionales. La ciudadanía ha demostrado su madurez y debe volver a hacerlo, piense lo que piense y defienda lo que defienda. Los políticos han defender sus ideas y a sus votantes, pero sin poner en riesgo las instituciones y la convivencia. Quizá ha llegado el momento de que se haga un pacto ni que sea implícito: mantengamos la neutralidad en los espacios públicos institucionales y dejemos expresarse a los ciudadanos que lo hagan espontáneamente siempre que no perturben el uso del espacio público. Saquemos los lazos de los balcones oficiales y dejémoslos en los puentes.