El PP, un partido acostumbrado a las unanimidades, llega este fin de semana (hoy y mañana) al congreso extraordinario convocado tras la dimisión de Mariano Rajoy con dos candidatos enfrentados y una incertidumbre total sobre el resultado. Pese a los reiterados intentos de la vencedora de las primarias, Soraya Sáenz de Santamaría, con el 37% de los votos, no ha habido candidatura única porque Pablo Casado, segundo a poco más de tres puntos, ha creído desde el primer momento que podía ganar e imponerse a la exvicepresidenta del Gobierno.

La campaña ha sido dura, con dos vídeos anónimos descalificadores, uno contra cada candidato, y ha mostrado la división del partido y del último Gobierno, ya que los ministros se han repartido en el apoyo a los aspirantes a suceder a Rajoy. Casado ha logrado el respaldo de la aún secretaria general, María Dolores de Cospedal, y de los otros cuatro candidatos menores, pero, a la vista de estas primarias atípicas, que solo han servido para designar a los dos finalistas, nada está decidido. Pese a que Santamaría y Casado se atribuyen ya el triunfo, el vencedor depende de la decisión de 3.082 compromisarios sin mandato imperativo que deberán elegir entre la continuidad del rajoyismo pragmático que representa la exvicepresidenta y la renovación que promete Casado. Curiosamente, esa renovación representa un giro a la derecha encabezado por el candidato más joven. El conservadurismo tecnocrático frente al combate de la derecha más ideológica.