Ocho meses después de las últimas elecciones generales del 26-J y cuatro tras la investidura de Mariano Rajoy, el PP mantiene casi intacto su nivel de voto. Ahora volvería a ganar las elecciones, con una pérdida de solo medio punto y el mismo número de diputados (entre 135 y 138, frente a 137). Sin embargo, la situación del centroderecha mejora, ya que la subida de Ciudadanos (1,1 puntos, y entre dos y seis escaños) podría dar a ambas formaciones la mayoría absoluta en la horquilla más alta (176 diputados). El ascenso de C’s constituye una novedad, ya que existía la percepción de que su pacto con el PP en situación de debilidad y su posición de partido bisagra sin capacidad real de influencia perjudicaban sus expectativas. Sin embargo, el sondeo del GESOP revela que el electorado de C’s es el que genera mayor confianza, aunque solo en uno de cada cinco ciudadanos. El PSOE es el último de la lista de los grandes partidos en este apartado, con un nivel de confianza de uno de cada diez españoles. La desconfianza en todos los partidos aumenta, un reflejo de que, pese a la formación de Gobierno tras meses de incertidumbre, la opinión sobre la situación política no mejora (el 74,5% la sigue viendo negativa).

Otra sorpresa relativa del sondeo es la poca influencia de las peleas en Podemos en la expectativa de voto de esta formación aliada a Izquierda Unida en Unidos Podemos (UP). El voto a UP crece siete décimas y supera al PSOE en seis, aunque los socialistas, que pierden 1,3 puntos, siguen por delante de sus rivales en escaños.

La encuesta confirma la singularidad de Catalunya y el País Vasco en las cuestiones del debate territorial. La celebración de un referéndum para resolver el conflicto en Catalunya solo obtiene mayoría en esta comunidad (71,9% a favor) y en Euskadi (71,4%), igual que la consideración de España como Estado plurinacional. En el conjunto de España, se impone por poco la solución federal (44,4% a favor). Una gran mayoría (79,1%) se pronuncia a favor de que el Gobierno dialogue con la Generalitat para hallar una salida.

Cuando cayó el muro de Berlín parecía que el mundo emprendía un camino de libertades. Había otros muros, pero aquel era el símbolo máximo de la división política, económica, militar, cultural y familiar. Casi 30 años después, muros y vallas se han alzado por todo el mundo. El primer crecimiento de estas divisiones se justificó como medida antiterrorista tras los atentados del 11-S. Luego han venido guerras como la de Siria y situaciones económicas catastróficas en numerosos países de Asia y África, y los muros se han hecho más altos y más largos.

La ampliación de la valla que propone el presidente Donald Trump entre su país y México es la más llamativa, pero nuestra Europa las va construyendo sin pausa. Bulgaria y Hungría van en cabeza, pero en total, en la UE se han alzado más de 235 kilómetros de vallas en sus fronteras externas. Además de cuestiones morales sobre derechos humanos y sobre legislación, estos muros llevan a plantearse la pregunta sobre su funcionalidad, y la respuesta es que solo sirven a los políticos montados en el populismo. Si se les cierra una puerta a los migrantes económicos y a los refugiados, buscarán -y encontrarán- otra, aunque sea más peligrosa, porque en ello les va la vida, la suya y la de su familia.Si se trata de frenar el terrorismo, la realidad indica que los criminales no necesitan cruzar muros. Y el peor de todos los muros no es el físico, es el mental que se instala en la ciudadanía, el que distingue entre ellos y nosotros.