Cuando un partido se desliza inercialmente hacia su descomposición incurre en errores incomprensibles. Uno de ellos lo perpetró hace unos días el propio Mariano Rajoy al anunciar que en el año 2025 los fondos de pensiones podrán rescatarse sin penalización con determinados requisitos temporales, animando a los ciudadanos a suscribirlos para financiar incluso «los estudios de los hijos». Si la inquietud por la suerte de las pensiones en España es ya manifiesta, la declaración del presidente del Gobierno invitaba al mayor de los pesimismos. Dio a entender que los futuros jubilados no cobrarán la pensión o lo harán en cantidades menores a las previstas en la actualidad. El jueves, los mayores se echaron a la calle en varias ciudades españolas tanto para defender el sistema público de pensiones como para rechazar su incremento en un escasísimo 0,25%.

LLAMA la atención que el PP no cuide especialmente el sistema público de pensiones cuando su solidez infundiría seguridad precisamente sobre el grueso de su electorado, el más envejecido. Los populares son la primera opción electoral en el segmento ciudadano de más de 65 años. Si los pensionistas se echan a la calle lo están haciendo contra el Gobierno que deteriora así su base electoral. Adicionalmente, las personas mayores comienzan a entender la situación precaria de los más jóvenes y se identifican con el fenómeno de distanciamiento de estos respecto de las políticas del PP que, en buena medida, han basado la recuperación macroeconómica en una devaluación salarial casi salvaje.

El PP no se ha dado aún cuenta de que hace ya tiempo que debió abordar una política de salarios que aterrizase la recuperación en los bolsillos ciudadanos. Las empresas medias y grandes ya han recuperado los márgenes de beneficio anteriores a la crisis. Ahora remuneran más a sus accionistas y reinvierten, pero no aplican una parte de sus excedentes a mejorar las condiciones salariales de sus empleados. El Gobierno no ha cambiado el sesgo de sus decisiones económicas que no permiten visualizar a los ciudadanos la salida de la crisis. En el último sondeo del CIS, una mayoría amplia de consultados no atribuía al equipo de Rajoy la mejoría económica ni se mostraba optimista sobre su futuro inmediato. Los españoles y las españolas observan la salida de la crisis como algo lamentablemente ajeno a sus economías domésticas.

La negativa del PP -con una serie de argumentos torpes- a secundar el simbolismo de la huelga del 8 de marzo que quieren protagonizar las mujeres de este país es otra de las desconexiones del Ejecutivo con la realidad. Puede ser discutible si el procedimiento de recurrir a la huelga es el mejor para atajar ese fenómeno inicuo, pero no cabe la menor duda de que la brecha salarial que padecen -tema que Rajoy se permitió circunvalar en una reciente entrevista radiofónica- y la persistencia de una cultura que entiende el papel de la mujer en la vida pública y social como subalterno, justificarían una mayor sensibilidad de la que en estos temas exhiben los conservadores. Lo que también es extraño porque las mujeres son, más que los hombres, votantes del PP incluso en franjas de edad menos avejentadas que las que se corresponden con la de los pensionistas. Da la impresión de que la falta de estrategia popular le hace gobernar contra sus votantes, hartos, además de sus episodios sórdidos de corrupción.

PENSIONISTAS Y MUJERES son dos grandes colectivos en España que no van a encontrar sintonía en las actitudes del PP. Lo que constituye una lenta pero segura agonía que desembocará en un desastre electoral en beneficio de la alternativa que representa Ciudadanos una vez que el miedo a Podemos se haya evaporado. Los afanes de Génova y la Moncloa parecen centrados en una absurda pelea con el partido de Albert Rivera, sin reparar que los naranjas no son su problema sino la consecuencia de su alejamiento de la realidad social, de su enroque en unos discursos poco ventilados y demasiado tópicos, condicionados por un diagnóstico de la sociedad española poco intuitivo y empático.

Los desastres electorales no les sobrevienen a los partidos por ensalmo, sino por el encadenamiento de errores sostenidos en el tiempo y de distinta naturaleza. En el caso del PP, resulta obvio que es su desconcierto e ignorancia de las corrientes de opinión sociales que se están imponiendo lo que le va a llevar a unas serias derrotas electorales. Más cuando se encadenan decisiones contra los que fueron sus votantes y ya probablemente no lo vuelvan a ser. Estas inercias que cabalgan en el error son las que marcan el fin de los ciclos políticos.

*Periodista