Escribo esto mientras recibo el tercer meme del Partido Popular relacionado con el nuevo lema electoral del PSOE. En Ferraz cuelga desde el pasado martes un gran cartel con un primer plano de Pedro Sánchez, sobre el que se puede leer Haz que pase. Esa frase ha adornado también el mitin de turno del presidente del Gobierno. El lema es muy goloso. De hecho, desde muy temprano se completaba con maldad: «Haz que pase... el siguiente». El colmo ha llegado cuando la portavoz del Gobierno, Isabel Celaá, lo ha intentado explicar públicamente: «¡Es precioso, es de Titanic! Haz que pase, haz que cuente». Ella ponía el acento en la historia de amor, pero cualquier comparación con el Titanic, en cualquier contexto, invitaría a los asesores, e incluso al bedel de la sede, a arrancarse la piel a tiras.

Todo el mundo sabe que el barco se hundió estrepitosamente en el viaje inaugural y que el protagonista es el primero que no vivió para contarlo. Pasó a mejor vida. Las campañas electorales son casi siempre terreno abonado para la exageración, en ocasiones hasta rozar el ridículo. No hace demasiados días que Pablo Iglesias tuvo que pedir perdón por el espantoso cartel que anunciaba su vuelta. El líder de Podemos, de espaldas, aclamado por el público, con el lema vuELve. Ha sobrevivido a la baja paternal a la que sobreviven cada día miles de personas sin alharacas ni recibimientos multitudinarios.

Y el PP también hace chorradas. El pasado domingo día 31, coincidiendo con la manifestación que reivindicaba atención e inversiones para la España despoblada, nos encontramos con un vídeo de Pablo Casado, en camisa y pantalón de pinzas, subiendo a un tractor en el pueblo de su padre. Una vez dentro del vehículo, se ponía a dar vueltas por un descampado.

Con eso, entiendo que nos querían trasmitir que Casado lleva en la sangre las preocupaciones de la España vaciada, pero era ridículo, de verdad. Si los partidos utilizan estas técnicas, debe de ser porque les funcionan. Y eso, en mi opinión, dice poco de todos nosotros. Creo que entre estas iniciativas de una simpleza alarmante debería de haber un término medio.

Con este tipo de campañas, los partidos no fomentan algo que es muy necesario y que todos persiguen: la participación. Dan ganas de salir corriendo, y no precisamente hacia las urnas.

*Periodista