Querido lector/a, ya han pasado las dos elecciones primarias del PSOE y del PSPV. Me refiero a las de Pedro Sánchez y Ximo Puig. Circunstancia esta que nos permite decir, sin duda alguna, que esta forma no inédita --viene de lejos, pero estaba congelada-- que tiene el PSOE de elegir a ciertos candidatos a representantes públicos y a los órganos ejecutivos internos puede generar algún problema o desencuentro en la medida en que no deja de ser una confrontación política pública. Cierto. Incluso, se puede decir, que esa forma de elección directa tampoco garantiza la selección de los mejores o los más idóneos para ganar a los adversarios. A pesar de todo, se implanta, se consolida y extiende, porque garantiza que algo del futuro de la sociedad, del PSOE y de los afiliados, se decide desde el principio de la participación e igualdad que supone un afiliado, un voto. Además, si ese principio siempre es importante, es mucho más necesario cuando existe una profunda crisis política que afecta a la credibilidad y al arraigo de la democracia, de la política y de los políticos.

La cuestión, ahora, es preguntarse: ¿qué toca el día de después de unas elecciones primarias? La respuesta es fácil y simple: integración. ¡Sí! Integración que une y que da la fuerza necesaria para aportar soluciones a los complejos problemas de nuestra sociedad. Integración de los mejores, es decir, de los que se mantienen fieles al esfuerzo y al compromiso con las ideas y los ciudadanos. Integración para lograr el apoyo y la representación de la mayoría social necesaria y, así, poder gobernar. Integración porque el mensaje que se lanza, en caso contrario, tiene que ver con aquello de que, si no aciertas, no sales en la foto. Integración, en definitiva, porque, si la democracia es un sistema para vivir en condiciones de permanente discrepancia, es evidente que, al menos en nuestra historia reciente, los cambios de progreso reclaman acuerdos.

*Experto en extranjería