Querido lector, decía la semana pasada en este mismo rincón que era un derecho y un deber, o simplemente algo legítimo y hasta de obligación moral, ser propagandista cabezón de tu propio partido (en mi caso del PSOE) durante el periodo de la campaña electoral.

Pero también decía que, pasada esa fecha, sería de necesidad urgente que los afiliados socialistas mantuvieran una actitud reflexiva y crítica que ayudara a analizar la situación del PSOE, promoviera medidas en beneficio de una clara identidad de izquierdas y siguiera haciendo que, el partido, y ante los problemas que sufren los ciudadanos, sea una herramienta socialmente útil, portadora de esperanza e igualdad.

Dicho eso, y sin vocación de condicionar nada, ese imprescindible análisis debería cumplir algunas reglas mínimas y sencillas. Por ejemplo: que el protagonismo debe recaer sobre el conjunto de una afiliación que, lejos de arrugarse, debe dar un paso al frente y asumir su importancia hasta el extremo de, como decía Theodor Adorno, no dejarse atontar ni por el poder (por las públicas y personales opiniones de los llamados barones) ni por la propia impotencia. En esa reflexión, se puede hablar de importantes ajustes, pero en ningún momento se debe cuestionar lo que no está en cuestión: la utilidad social del partido y todo lo que es y representa (un conjunto de personas organizadas con valores).

No debe limitarse al marco español, y debe ir más allá de lo que es un simple análisis sobre los hechos circunstanciales que tienen que ver con los resultados de las elecciones. Es decir, le corresponde entrar en la actualidad de lo que es la socialdemocracia del siglo XXI en el marco de la UE. Un proceso que ningún sector de la organización debería limitar al exclusivo fin de controlar el poder interno en el partido.

Aunque parezca sencillo, lo propuesto es necesario pero para nada será una tarea fácil. Se trata simplemente de que ahora, después de la últimas generales (a mucho tiempo vista de las próximas elecciones) y a las puertas de un futuro congreso del PSOE, sin perder de vista lo esencial (la preocupación por los ciudadanos, la recuperación económica, la reconstrucción del Estado de bienestar y la regeneración democrática) se abra un proceso en el que el socialismo español adecue su modelo de partido, su praxis e ideario a la necesidad de seguir siendo portador de esperanza y de soluciones en la igualdad. En caso contrario, es evidente que los partidos pueden perder fuelle, sentido de época y hasta caducar. No es una amenaza ni una profecía, es una opinión desde una realidad objetiva que se puede constatar. Y desde el cariño. H

*Experto en extranjería.