Las ansias por gobernar de quienes perdieron las elecciones les llevaron a meter en las administraciones a quienes nunca habrían estado en ellas si hubieran dejado a los ciudadanos decidir. La CUP nunca habría controlado el gobierno de Cataluña si por la voluntad de los catalanes fuera, pero la desesperación de quienes lo basan todo en el independentismo les ha dado el poder. Compromís, y mucho menos los separatistas del Bloc, no estaría gobernando de ningún modo en la Comunitat Valenciana si no fuera porque el PSOE se coge a un clavo ardiendo por lograr lo que las urnas le niegan. Y no se trata de meter miedo porque vienen unas elecciones, se trata de que las consecuencias de esas decisiones interesadas nos están imponiendo la política de prohibir para imponer. A estos partidos la mayoría de nosotros no les gustamos. Como por la vía democrática, dejándonos ser libres, no consiguen su propósito, recurren al poder que les han dado para prohibirnos ser como somos. Quieren prohibir los bous al carrer, de hecho ya lo están haciendo donde los pactos les han dado potestad. Quieren prohibirnos que elijamos el idioma en que educamos a nuestros hijos en los colegios. Les importa un pito el alto porcentaje de municipios castellanohablantes que existe en la Comunitat Valenciana, por supuesto les importa mucho menos la libertad de elección de los padres.

Su modelo es el único bueno e imponen su voluntad. Por si eso fuera poco, ahora quieren prohibir el turismo. Una buena alternativa sería convertirse en verdaderos gestores para dar solución a los problemas que algunos comportamientos incívicos generan. Pero, ¿para qué trabajar si pueden prohibir?

Gestionaron el resultado electoral como tahúres desesperados, vendiendo los gobiernos al mejor postor. Ahora las minorías radicales campan a sus anchas. En Nules un político independentista nunca habría entrado en el gobierno por voluntad popular (veremos qué insulto me regala esta semana), ahora será posible gracias a esa amalgama de partidos donde está prohibido hablar de España, de tradiciones o de lengua, porque se les desmorona el castillo de naipes en el que se sustentan.

*Concejal y presidente del PP en Nules