La irreflexión prima entre quienes proponen acabar con el actual modelo territorial que, en el caso de la Comunitat, se centra en acabar con las diputaciones como paso previo a la eliminación de las provincias. Compromís y una de las dos almas del PSPV están en la tarea de imitar a los independentistas catalanes que pretenden la ruptura con la organización estatal que ha alumbrado el periodo más próspero de la historia de España.

Las provincias datan de la primera mitad del siglo XIX y, sin duda, sirvieron de base junto a los municipios para el actual modelo de Estado organizado en diferentes comunidades autónomas con la solidaridad, la igualdad y la unión como objetivo común. Intentar arrumbar los éxitos de cuarenta años de nuestra democracia es frívolo y cuestionar la vigencia de la demarcación administrativa provincial no parece razonable.

En Castellón vivimos el pasado fin de semana la Romeria de les canyes, el acto más multitudinario de las fiestas de la Magdalena. La tradición, el arraigo y las señas de identidad son necesarios para el sentimiento de pertenencia a un proyecto común. El PP estará siempre en la defensa de lo que nos une y no de lo que nos separa y las provincias son una forma de organización territorial e identitaria muy arraigada en la conciencia de la sociedad.

El papel de las diputaciones provinciales es clave para entender la cohesión de un territorio y la prestación de los servicios públicos básicos en los municipios más pequeños y aislados. Es esa unión la que ha permitido a la provincia de Castellón salir de la crisis y adaptarse a los cambios como se puso de manifiesto en las distinciones del Día de la Provincia concedidas por la Diputación hace unos días.

La identidad de los 135 municipios de Castellón está reflejada en su capital y es un intangible a la hora de conformar el carácter de un pueblo. La vigencia de la provincia está fuera de toda duda, como sucede en Valencia y en Alicante, donde también sus corporaciones provinciales prestan un servicio difícilmente asumible por otras administraciones públicas.

Hay que concluir, por tanto, que detrás de esa obsesión por deshacer todo lo que funciona --lo que nos une, lo que identificamos como nuestro, las tradiciones, la organización territorial o el sentimiento de pertenencia a un proyecto inclusivo- se encuentran quienes no creen en nada de ello y pretenden, desde la ruptura, alumbrar un proyecto basado en la imposición, el adoctrinamiento y la falta de referentes.

*Presidenta del Partido Popular de la Comunitat Valenciana