La muerte de dos bebés en el hospital de Vinaròs en el espacio de tan solo unos meses ha puesto muchas miradas en este centro sanitario que arrastra dificultades en su día a día prácticamente desde que se puso en marcha hace bastantes años por las particularidades de la zona donde se encuentra ubicado, en el límite fronterizo con otra comunidad autónoma.

Sin embargo, tratar de aprovechar estas dolorosas circunstancias, como hacen ahora algunos sindicatos, para presionar a la administración autonómica, no parece lo más razonable. Como tampoco lo es que se quiera sacar rédito político, porque el hospital de Vinaròs ha tenido las mismas lagunas con independencia del gobierno que ostentara el poder en la Generalitat valenciana.

La muerte del primer bebé, según el informe encargado a los expertos de la materia, parece que obedeció a errores humanos, aunque es la justicia quien en última instancia deba dictaminarlo. Mientras tanto, del fallecimiento de la niña esta semana todavía es prematuro realizar cualquier conjetura. La consellera de Sanidad, Ana Barceló, relató ayer que se han abierto las diligencias al respecto, recabarán todos los datos y, en su caso, se incorporarán a la investigación judicial tras haber presentado la familia una denuncia por el suceso.

Ahora mismo, lo que sí resulta procedente es continuar mejorando el equipamiento del hospital, como sucede de un tiempo a esta parte y, sobre todo, buscar la fórmula para que trabajar en Vinaròs resulte más atractivo para los profesionales de la Sanidad, que ahora se inclinan por otros centros, como el Hospital General o la Plana, así como los de Valencia, porque económicamente les resulta más rentable residir en los municipios donde se encuentran dichos centros. Todo es cuestión del dinero que se refleja en la nómina a final de mes, y técnicos tiene la Generalitat para afinar el procedimiento dirigido a que el hospital de Vinaròs no sea un lugar de paso.