De una forma similar al anterior intento de investidura, el presidente del Gobierno en funciones, Pedro Sánchez, ha decidido reducir el tiempo de negociación para lograr ser investido. Si en la primera investidura apenas se negoció en serio unos días, la decisión del presidente del Gobierno de iniciar la ronda de contactos a fin de mes hace perder casi tres semanas. Hasta el momento, la postura del PSOE en esta segunda ronda es muy similar a la primera: dedicar un gran esfuerzo a la construcción de un relato que señale a Unidas Podemos (UP) como los culpables en caso de que la investidura falle y los españoles sean llamados a las urnas en noviembre.

El PSOE se encuentra en precampaña, pese a que reitera que no quiere otras elecciones y que ha anunciado que presentará a UP, PNV, ERC y JxCat un programa progresista como base sobre la que hablar. Este es un buen paso, pues repetir una riña sobre cargos está condenado al fracaso. Además, corresponde al candidato, en este caso Sánchez, tomar la iniciativa para buscar socios. Un fracaso en una investidura tiene dos caras: la de los partidos que no quisieron apoyar al candidato y la del candidato que no fue capaz de sumar los suficientes apoyos. Desde el principio la estrategia del PSOE ha sido evitar este segundo relato. Pero en ningún lugar está escrito que si se repiten las elecciones los socialistas no pagarán un precio. Al país no le conviene unas elecciones. A la izquierda, que ahora sí suma, arriesga mucho.