La primera reunión entre el presidente de la gestora del PSOE, Javier Fernández, y el flamante reelegido primer secretario del PSC ha aliviado la tensión entre estas dos formaciones enconada desde la abstención a la investidura de Rajoy. Ambos dirigentes han descartado la ruptura entre las dos organizaciones y han abierto un periodo de reflexión sobre el tipo de relación que mantienen. Fernández ha hecho caso omiso de quienes pedían a Ferraz un «castigo ejemplar» a los socialistas catalanes. Una respuesta en caliente, en medio de la convulsión que vive el PSOE, hubiera podido tener consecuencias imprevisibles. Se ha impuesto, pues, el sentido común.

Con todo, el problema de fondo sigue ahí. El tiempo puede ayudar a reconducir la aguas a su cauce. Pero no lo harán de manera espontánea. Una de las misiones que tendrá la comisión creada para ganar tiempo será definir qué entienden unos y otros por el término «nación». Posiblemente ese es uno de los problemas de fondo que ni dentro ni fuera del socialismo se ha podido abordar desde la Transición. Los eufemismos se han mostrado incapaces de solucionar definitivamente la cuestión.

El segundo asunto que ha de resolver esta comisión entre PSC y PSOE es el de la vinculación orgánica entre ellos. Desde 1978 hasta hoy, el actual marco de relación entre los socialistas ha dado credibilidad al proyecto federalista. Ahora se oyen voces que claman por una uniformidad que solo haría que complicar las cosas. Iceta y Fernández han soslayado un primer match ball. Era lo que convenía a ambas organizaciones, pero solo cabe esperar que esta maniobra no sea otro movimiento de quienes quieren controlar el PSOE y amague una maniobra para ganar un congreso de malas maneras.