El intercambio de golpes no da más de sí. Todos pueden acabar perdiendo. Si el Gobierno relegó a la Comunitat Valenciana en una estrategia de imagen de imparcialidad, ya la tiene. A partir de aquí, lo que se alargue el enfrentamiento puede subrayar el ocultismo del Ministerio de Sanidad al no desclasificar la documentación técnica que justificó que más de la mitad de la Comunitat --y de la provincia de Castellón-- no esté ya en fase 1 de desescalada y descontrol en la gestión de esta.

Si el Consell respondió con toda su munición (Ximo Puig ha aparecido en radios y televisiones nacionales en los últimos dos días más que en el año acumulado) para demostrar a la sociedad civil que no vendió falsas expectativas y que antepone los intereses valencianos a cualquier otro, lo tiene ya. A partir de aquí, prolongar el choque puede proyectar la idea (indeseada) de liderazgo de una oposición interna dentro del PSOE y arrimar estéticamente a Puig y al Consell a la oposición.

Con ese telón de fondo, la desescalada de la tensión ya ha comenzado. Y ha sucedido como suele en estos casos, con contactos privados de alto nivel. Moncloa ha hecho llegar a Puig mensajes de que está molesto con lo sucedido, a cuyo ejecutivo reconoce un apoyo leal durante la pandemia. En el Palau de la Generalitat interpretan esas comunicaciones como una fe de errores y una carta de conciliación, a pesar de que el mensaje público sea de enfado con Puig.

El hecho es que, después de estos contactos discretos, el tono de las declaraciones de ayer de los representantes de uno y otro ejecutivo fue bastante más suave. Guardaron armas. A partir de aquí, el objetivo en Presidencia está en el fin de semana próximo antes que en el pasado. La meta es que toda la C. Valenciana esté el lunes en fase 1 de deshielo. Y, si es posible, admiten en el entorno de Puig, con un trato diferente al de Madrid y Cataluña. Sería un segundo agravio salir del confinamiento al mismo ritmo que las dos comunidades citadas cuando la incidencia de la epidemia ha sido muy superior en ellas y cuando, al menos hasta ahora, la gestión valenciana de la epidemia había sido puesta como ejemplo.

Así, una de las primeras consecuencias de esta crisis política son los interrogantes que ha contribuido a generar sobre una gestión (la valenciana) que no había sido cuestionada. Al contrario, ha pasado de ser ejemplo a quedar en tela de juicio por el índice de test realizados. El Gobierno valenciano se escuda en que quiso cumplir a rajatabla el protocolo del ministerio, a pesar de que tenía capacidad para efectuar más pruebas, y ha pagado paradójicamente su obediencia.

Paradoja es uno de los conceptos para entender los sucesos de los últimos días. Paradoja es que la C. Valenciana quedara entre las relegadas en el reparto de la primera parte del fondo de 16.000 millones para la crisis sanitaria porque la incidencia de casos y muertes era baja en comparación con otros territorios y que, unos días más tarde, después de acatar sin chistar esa decisión, quedara relegada en la desescalada, con su imagen al lado de las autonomías con más contagios y mortalidad. Entre las suspendidas.