Haya sido un posado o un robado, haya tenido las intenciones directas o indirectas que unos y otros le atribuyen, lo cierto es que el conocimiento de los mensajes de Carles Puigdemont a su exconseller Toni Comín ha provocado un tsunami mediático y político con consecuencias dispares. Muy posiblemente, en el ámbito independentista el desfallecimiento del expresident haya mordido la moral de sus seguidores pero, al mismo tiempo, reforzado la determinación de su entorno que se muestra decidido a mantener enhiesto el estandarte legitimista que representa Puigdemont.

Es cierto que las expresiones de su desaliento han servido para transformar el bisbiseo privado en una conversación ya pública y que haya abierto los ojos a los dubitativos o a los más frágiles. Pero no hay que engañarse, el derecho a la duda que expresa el propio Puigdemont ha podido ser un auténtico revulsivo para las minorías que conducen lo que queda de proceso soberanista. En consecuencia, las derivadas del conocimiento de los mensajes entre Puigdemont y Comín no son unívocas ni admiten una interpretación por completo general. Sin embargo, Puigdemont ha hecho un enorme favor al presidente Rajoy y a su Gobierno. Cuando el expresident sostiene que el «plan de Moncloa ha triunfado», en Madrid la lectura ha sido literal, aunque se haya especulado con versiones poco creíbles sobre la posibilidad de que existiera un pacto con el líder secesionista huido de la justicia. No lo hay y sus palabras escritas al exconseller solo se entienden como expresión de rendición o de derrota a manos del incombustible presidente del Gobierno que revalidaría así la leyenda que le precede según la cual es un mago en el manejo de los tiempos y concibe la espera al error del adversario como estrategia que nunca le falla.

Apareció Rajoy bajo de tono y con rostro macilento en la entrevista del pasado día 24 en Onda Cero. Consciente de la pésima imagen que proyectó, incluidas algunas torpes respuestas, se repuso en otra posterior en TVE, pero el impacto del desplome de su partido el 21-D, la escalada en las encuestas de Ciudadanos y la tensión por la interposición de un cuestionado recurso de inconstitucionalidad -aún no admitido- contra la candidatura de Puigdemont y el pleno de su investidura estaban haciendo mella en la moral del Ejecutivo que, además, presenta fisuras entre sus miembros. De tal manera que «el triunfo de la Moncloa» a que hace referencia el expresident en su mensaje haya sido como agua de mayo para un Gobierno metido en problemas hasta el cuello, sin Presupuestos Generales a la vista y con algunos reveses significativos como el número de parados en enero (el peor en tres años), la falta de credibilidad social de la recuperación económica, los casos de corrupción y las variantes de los acontecimientos en Cataluña que ha reportado un aviso del indicador que establece The Economist Inteligence Unit que retrasa a España de democracia «plena» a «imperfecta».

En muchos ámbitos de la política madrileña se recuerda que Soraya Sáez de Santamaría, en su gestión de la crisis catalana, apostó por ERC mucho antes que por los exconvergentes. El hecho de que sean los republicanos -a través de los actos de Torrent y las declaraciones de Tardà- los que están poniendo freno a las pretensiones de Puigdemont (sin olvidar que Comín es también miembro de ERC) suscitan comentarios conspirativos en los mentideros de la Villa y Corte. En la que los críticos a Rajoy -todos ya desalojados del partido- se sienten de nuevo defraudados por la baraka del jefe del Gobierno al que las casualidades -o no- terminan por favorecerle. Sea como fuere, Puigdemont, al escribir y enviar a su exconseller lo que escribió y envió, ha proporcionado a Rajoy combustible político cuando tenía el depósito en reserva y le rescata, con la vicepresidenta, de un alud de críticas en los medios y en sus propios entornos. El malestar en el Consejo de Estado y en el propio TC, pasan así a un segundo plano y Maroto, Casado y Martínez Maíllo han incorporado al argumentario de los cargos públicos la expresión «la Moncloa ha triunfado».

La actuación del juez instructor de la causa del procés, Pablo Llarena, con procesamientos que se esperan por rebelión en un par de meses, descargarán de presión a un Gobierno que estaba al límite.

*Periodista