Según los diccionarios, existen muchas formas de clasificar la hipoacusia, la cofosis o, como se le conoce vulgarmente, la sordera. A efectos de este artículo, haremos como si hubiera dos: la que aparece en los diccionarios y padecen millones de personas en todo el mundo, y los cinco tipos que vamos a tratar aquí.

La primera sordera en la que uno repara es muy difícil de diagnosticar, pues aparentemente quien la sufre escucha lo que se le dice. En principio calla cuando el otro habla, así que parece que está escuchando. Parece. Porque en realidad es solo una pausa para que el otro acabe. En su discurso no incorpora jamás lo escuchado, y sobre todo es incapaz de cambiar de opinión. Es la sordera del tertuliano o la de la maruja (o marujo, que los hay a puñaos) que tiene siempre algo que contarte que no te lo vas ni a creer.

La segunda sordera es la del que se cree en posesión de la verdad. Se lo cree tanto, que tampoco te escucha, más bien te perdona la vida cada vez que malgastas su aire. Es la sordera del intelectual que se siente superior moral e intelectualmente.

La tercera sordera es la del que solo está dispuesto a escuchar aquello que coincide con su opinión. Lamentablemente muy generalizada en nuestro país. Millones de personas que ven las noticias no para informarse, sino para confirmarse. Líderes políticos que son capaces de contarte su propia historia de España tan únicamente para justificarte su necesaria llegada al mundo.

Hay una cuarta sordera que es la del que nunca jamás se equivoca. Ojo, no confundir con la anterior. Este dice considerarse tu prójimo, tu igual, aunque con un matiz importante: tú vas siempre en el sentido que no debes, y él sí va en el correcto. Es el que pierde las elecciones y monta un circo demoscópico para cambiar las preguntas a las respuestas que no le gustan.

Y por último, destacaría una quinta sordera que es la del que ni siquiera descuelga el teléfono, la que últimamente nos tiene el país paralizado por culpa del único argumento que aborta cualquier negociación: si total, me pedirán lo que no puedo darles y me darán lo que jamás les pedí. Damien Rice: “You give me miles and miles of mountains / and I’ll ask for the sea”.

Manuel, de Fawlty Towers, solo pudo haber nacido aquí. H

*Publicista y comunicador