Querido/a lector/a, como cantaba Jaime Urrutia, el de Gabinete Caligari, en la canción La culpa es del cha cha cha, hay personas que tienen querencia a la barra del bar. Razón que expongo para señalar que yo también soy de los que tienen cierta inclinación pero, por la política en general y, por la municipal en concreto. Más o menos.

No obstante y como solo voy a hablar de lo municipal porque estamos en plena campaña electoral, permitidme que aclare, por si existe algún espíritu maligno, que mi vocación surge, posiblemente, de haber estado en la inmigración y haber escuchado en directo en más de una ocasión a J. Borja y M. Castell. También, como no, por haber vivido con alcalde y concejala. O tal vez, porque con los años uno se da cuenta de que los ayuntamientos son las más importantes y cercanas instituciones de la democracia que permiten hacer política con rostro humano, es decir, que facilitan el encuentro directo con el ciudadano y, en consecuencia, conocer el problema y la solución. O también porque lo local es el espacio geográfico y social donde se vive y donde la política tiene el fin último: allí se puede ver y comprobar si las propuestas de todas las instituciones existen, o no, y si su acción tiene algo que ver con los retos del futuro, el bien común, la integración o la justicia social.

Amo la política municipal porque creo que es la institución que más solicita y permite la redemocratización de la sociedad. Digo, simplemente, que reclama, porque necesita, más competencias jurídicas y políticas, más nivel de participación en los fondos públicos, más innovación política en el sentido de nuevos sistemas electorales y democráticos que permitan más participación y, sin duda alguna, más alcaldes/as y concejales/as orgullosos/as de defender más poder municipal y ciudadano. Por cierto, por eso votare a Tania en la Vall d’Uixo, porque con ella estos caminos son posibles.

*Analista político