Uno de los rasgos más preocupantes de la presidencia de Quim Torra es su total falta de sentido institucional. Una muestra ha sido la manera como ha fintado para obviar la derrota sufrida en el Parlament, al que solo obedece cuando le conviene y que este jueves le ha instado a convocar elecciones en Cataluña si no se somete a una cuestión de confianza. Y como lo fue el miércoles el intento de censurar en la Cámara a la jefa de la oposición, Inés Arrimadas, mientras tenía el uso de la palabra en la tribuna. En esa línea de falta de sentido institucional se entronca la creación de una Àrea de Seguretat Institucional que se hará cargo de la seguridad de Torra, de los consellers y de los expresidents.

Si sus intenciones fueran nobles, la creación de esta unidad de élite no se hubiera hecho con nocturnidad y alevosía, y se hubiera pactado con los grupos. Lo cierto es que el departamento de Presidència puso en marcha el proyecto sin informar a los mandos de los Mossos, los candidatos son entrevistados por cargos de confianza política y no por funcionarios, y los primeros aspirantes que se conocen son agentes de la policía autonómica de público perfil independentista. No se busca, pues, racionalizar un servicio de escolta, sino crear un grupo de agentes armados que respondan a órdenes políticas y no a los mandos policiales.

Una vez más, Torra trata de ocultar su debilidad política, gesticulando y poniendo en riesgo la institucionalidad catalana para buscar que la reacción del Estado basada en el uso de los mecanismos constitucionales de defensa de la legalidad se pueda interpretar como un gesto represivo. Torra está en una cápsula cada día más pequeña y más reducida.