Querido lector:

Creo que es la pregunta más recurrente de los propios burrianenses y en general de los castellonenses cuando se les interroga sobre este municipio. Su historia reciente acredita permanentemente la gran duda sobre la indefinición de su modelo por oposición al resto de poblaciones de la provincia. Castellón posee un modelo (capitalidad administrativa, eje de comunicaciones, industria energética, servicios, potencialidad turística, universidad, ocio, restauración...); Vila-real, incluso, más claro (industria del azulejo y auxiliares, deporte, conocimiento e innovación, comercio, agricultura, ocio...); Peñíscola, Benicàssim, Orpesa, también: turismo, hoteles, gastronomía, ocio...; Onda, l’Alcora, Nules, Almassora... de igual forma tienen su modelo de territorio definido: industria, agricultura, servicios comarcales...

Sin embargo, Burriana es la gran incógnita. Sí, es agrícola pero la gestión de la mayoría de esta industria la tiene la vecina Alqueries; industria, salvo la temporal fallera, no tiene; la promoción inmobiliaria como ciudad dormitorio/residencial fracasó con la crisis del ladrillo (ninguno de los PAI turísticos se ha desarrollado y alguno que todavía persiste está abocado al fracaso); posee la herencia de su cluster educativo de antaño pero tampoco la ha desarrollado... y sobre su mayor potencialidad, el turismo, parece que tampoco quiere seguir ese camino. No ha desarrollado industria al respecto (solo hay un pequeño hotel, ninguna infraestructura turística estable y el ocio y restauración de verano es de consumo propio).

De ahí el motivo de esta reflexión. Su mejor (y único) activo turístico, el mayor festival musical del país, el Arenal Sound, tras salvar esta edición de 2016 gracias a la Generalitat y ante las múltiples dificultades surgidas desde el municipio a pesar de sus 30 millones de euros de impacto, da a entender, salvo cambios, que se va (lo que ya era un grito a voces) y busca otra ubicación. Tras este despropósito turístico ¿hay alternativas? ¿Algún modelo? Seguir viviendo del impulso de ciudades vecinas es demasiado arriesgado.