Querido lector, confieso que no conocía a Rafa Quirant, el contratenor de 18 ó 19 años de la Vall d’Uixó. Incluso me resultó extraño que a pesar de mi pasión por la música, ni lo había escuchado ni nadie me había hablado de su virtud. Por eso, cuando hace unos días lo escuché cantar el Ave María de Schubert me quedé impresionado. Posiblemente por lo poco común y exclusivo que es ver y escuchar a un hombre con tesitura de soprano. Pero, sobretodo, por la belleza de su voz, la sensibilidad con la que actuaba y el sentimiento que transmitía. Estuve a punto de soltar alguna lágrima.

Así es que, el viernes y a pesar de que los líos del PSOE me retenían ante la tele, cuando ví que en la gala lírica de la Asociación de Familiares de Alzhéimer intervenía Rafa Quirant me planté en el Palau de Vivel. Valió la pena. Con su delicada voz, refinada clase, gesticulando lo justo y sabiendo estar delante del piano, interpretó un par de arias de Vivaldi y de Verdi para terminar improvisando un dúo que, a modo de divertimiento, cantó Granada de Lara.

¿Qué por qué cuento esto? Porque en primera fila estaba el concejal de Cultural y mi cabeza se preguntaba si el Ayuntamiento estaba ayudando, en lo que puede y debe, a Rafa Quirant. No lo sé. Pero, por si no fuera así, quiero señalar que un bien tan singular, escaso y de la magnitud de la voz de Rafa Quirant debe ser tenido en cuenta por los poderes públicos. Se trata de poner a su servicio, en caso de que tenga vocación y quiera, todas la posibilidades del Ayuntamiento y de la Generalitat. Hacer que los mejores expertos lo escuchen y le doten de una apropiada hoja de ruta con el oportuno seguimiento. Se lo merece y nos lo merecemos. Lo exige la dignidad de la Vall, de un pueblo que en su ADN tiene la música y en su himno declara el amor a las artes. Vale la pena. Mirar a otro lado sería un atentado cultural y, casi, una traición local. Ánimo, Tania. Por favor. H

*Experto en extranjería