Querido lector/ra, el lunes pasado en las páginas de internacional de este periódico, pude leer un reportaje sobre el miting, en Lyon, de Marinne Le Pen, presidenta del partido Frente Nacional que desde la extrema derecha, de eso que se llama populismo peyorativo, aspira a ocupar la presidencia de la República.

No niego que fui más allá de los titulares, porque el hecho de haber vivido en París me hace sensible a lo francés. Pero, sobre todo, consiguió mi atención porque, siempre, pero especialmente en estos últimos tiempos, los partidos y movimientos populistas están ocupando protagonismo y, no solo en Francia --la UE tiene un estudio sobre 42 partidos y movimientos de estas características--. En cualquier caso, ver a la «hija del patrón» situando lo que ella llama “patriotismo” en el centro de su ideario o programa político --salir de la UE, restablecer las fronteras de Francia, expulsiones, identidad como condición y diferencia, más plazas de cárcel y policías, prohibir la importación de productos foráneos… etc.--, es algo que da vergüenza porque es ver como ganará votos desde la violación de los valores de la república francesa y de la razón. Me refiero a la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Querido lector/ra, si se pregunta por qué mas del 30% piensa votar a esta gente, es necesario aclarar que, como respuesta, y en la medida que el populismo florece por toda Europa, ya no sirve eso tan francés de que son los herederos del «petainismo» colaborador con los nazis y de los nostálgicos de la «Argelia francesa». No. Se desarrollan, entre otros motivos, por culpa de una salida a la crisis que comporta recortes de servicios públicos, desigualdad, pobreza, etc. Porque, situados en la modorra, los partidos y los políticos no se abren al debate que debe conducir a soluciones de justicia y solidaridad. En definitiva, porque sus decisiones se oponen a las más sentidas y necesarias aspiraciones populares.

*Experto en extranjería