En uno de sus más bellos mitos, cuenta Platón el origen de la civilización. Es en el Protágoras, uno de sus diálogos, y explica que «era el tiempo en que había dioses, pero aún no existían las razas mortales». Y los dioses mandaron a Prometeo y Epitemeo que distribuyeran entre los vivientes las cualidades que pudieran convenirles; Epitemeo le pidió a Prometeo que le dejara hacer la distribución y después él la revisaría. El bueno de Epitemeo se puso manos a la obra y dice textualmente Platón: «Atribuyó a unos la fuerza sin la velocidad, a los más débiles los dotó de ligereza, a algunos les concedió armas defensivas y, para los desprovistos de estas, ideó otras cualidades que aseguraran su salvación. A los que revestía de pequeñez les concedió la huida alada o la vivienda subterránea. A los que mejoró en tamaño, con esto mismo les puso a salvo. Y así en general, mantenía equilibrado el reparto. Con su inventiva cuidó de que ninguna especie desapareciera». Como ven, la selección de las especies de Darwin anticipada unos cuantos cientos de años antes. Pero…

Y ahora viene el pero…. «Epimeteo, --sigue Platón-- que no era lo bastante sabio, había agotado ya todas las facultades en favor de los irracionales y aún le quedaba sin dotar la especie humana, por lo que no sabía qué hacer con esta». En esto llegó Prometeo a realizar la inspección y «vio a todas las especies convenientemente equipadas; pero al hombre desnudo, descalzo, sin lecho, inerme». ¡Qué forma tan bella de calificar nuestra natural indigencia, nuestra manifiesta inferioridad con respecto a cualquier otro ser vivo!

«Desnudo, descalzo, sin lecho, inerme», una especie de piltrafillas de la madre naturaleza. Nada, que en la selección natural no lo habríamos contado. ¡Habríamos durado bien poco! Ante el estropicio de Epitemeo, ya lo saben, a Prometeo no le quedo otro remedio: «Ante aquella dificultad, para procurar al hombre alguna salvación, robó a Hefesto y Atenea la sabiduría técnica y el fuego y se las regaló al hombre. Así entró este en posesión de la sabiduría útil a la vida». A Prometeo le salió bien cara la osadía, pero esa es otra historia.

Y desde entonces, aquí estamos. Con la tejne (la técnica) y el logos (la razón, bellamente representada por el fuego) hemos suplido lo que la naturaleza no nos ha dado. La Humanidad a lo largo de los siglos ha pasado de todo, pero últimamente no nos ha ido del todo mal. Y pese a pesimistas de toda laya, agoreros y apocalípticos, nosotros, los habitantes del presente, no es que no nos podamos quejar, es que tendríamos que aplaudir constantemente, ¡tendríamos que levitar! Si me permiten el tecnicismo académico, diacrónicamente (a lo largo de la Historia) y sincrónicamente (en este momento de la Historia) somos unos privilegiados. Vivimos una época de paz sin precedentes, con conflictos regionales, es cierto, pero más de 65 años de paz, lo nunca visto desde la Guerra de Troya.

Que me perdonen los profesionales del desastre, pero ahí están las estadísticas: tenemos unos parámetros nunca vistos en salud, educación, confort, ocio, libertades, lucha contra el dolor... En esto del dolor no nos damos cuenta hasta qué punto sufrían nuestros antepasados y ya no en grandes dolores, sino en dolores cotidianos. Se cuenta que Luis XIV se pasó la vida quejándose porque tenía una fístula anal. Algo que a cualquiera, sin ser rey, se le resuelve ahora con una pequeña operación.

Nada, que tenemos muchas razones para el optimismo. Ahora, se nos ha colado un bichito en el paraíso y nos causa mucha preocupación y no poco dolor y pesadumbre. Pero con la sabiduría técnica y el logos, que robó Prometeo a los dioses, le venceremos. Sin duda, ¡venceremos! Y cuando lo hagamos, que sirva para aprender.

Me lo decía mi hijo casi treintañero (esto del confinamiento ayuda a la reflexión): «Tal vegada la nostra generació no valorem la vida que portem, a diferència d’altres generacions que havien viscut guerres, postguerres i altres adversitats. A bon segur, la pandemia ens ajudarà a valorar el que tenim i les llibertats de les que disfrutem». Pues eso. ¡Que así sea!

*Presidente de la Diputación