Enero avanza de forma atropellada con todos los acontecimientos políticos que se superponen. Enero es, por antonomasia, el mes de las rebajas. Pero desde luego no debe ser el tiempo del descuento democrático. El Estado de derecho, tal y como lo entendemos, no está sujeto a saldos ni a ofertas, sino que debe ganar en robustez, en cohesión y en garantía de los derechos y libertades de todos.

Para el PP el Estado de derecho no está en funciones. Hay principios que están por encima de los intereses de unos pocos, en eso consiste la democracia: en incrementar la libertad y, más en concreto, mi visión liberal del mundo: más libertad individual pero con los límites claros de la ley que nos protege y nos ampara.

En los últimos tiempos, parece que ser útil como representante público es lo de menos. Son muchos los partidos que esquivan el fin último (y único) de los servidores públicos y su único fundamento es ganar en importancia, en ganar poder frente a la realidad por la que han sido escogidos a través del sufragio universal.

Y ante las situaciones difíciles, las soluciones nunca son fáciles. Solo la dificultad nos permite fortalecer la voluntad de llegar a acuerdos y no caer en conclusiones perversas.

España necesita de un nuevo proceso de aprendizaje y los políticos debemos estar a la altura de las nuevos principios. De la misma forma que miles de castellonenses ponen en pie esta provincia en cada amanecer, igual que los emprendedores imprimen sus sueños en proyectos audaces.

Es el tiempo del diálogo, de bucear en las democracias que nos llevan años de ventajas como Alemania, Holanda, Suecia o Finlandia. Desde mi perspectiva, es el tiempo de la unidad, de más Constitución, de más igualdad entre todos los españoles, de más defensa y unión contra el terrorismo.

Fue Maquiavelo quien acuñó el aforismo de que no puede haber grandes dificultades cuando abunda la buena voluntad. La ilusión es lo que nos debe unir, como un primer kilómetro o un lienzo en blanco: en España, como en la propia Diputación, donde también iniciamos una nueva etapa tras la marcha del mejor compañero que uno puede tener, como es Miguel Barrachina.

La vida y la política son lo mismo. Se retroalimentan y se nutren de forma incuestionable como el sueño y la vigilia, con el pasar del tiempo, con los nuevos escenarios que se dibujan de la voluntad de todos. El interés general de España, de Castellón, debe estar por encima de cualquier interés personal o partidista. Sin rebajas, sin lastrar los derechos y vigilantes de lo que de verdad quieren los ciudadanos. H

*Presidente de la Diputación