La mayor parte de la gente hoy tiene acceso a las redes sociales, especialmente lo más jóvenes. Me supongo que aquella persona que lea estas líneas tiene abierto algún perfil en alguna de las redes sociales más extendidas y, o bien porque lo solicita uno mismo, o porque se lo solicitan, uno se hace «amigo» de algún político. Pero no os equivoquéis, ni él es vuestro amigo, ni vosotros lo sois de él.

Los perfiles de los políticos de los partidos mayoritarios presentan pocas ideas, algunos dicen alguna cosa, pegan algún link o vínculo, fotos de actos de partido o de instituciones de las que forman parte, hacen referencia a elementos culturales (libros, cine, ciencia), y dan noticia de decisiones que han adoptado ellos, en el caso de tener algún cargo, u otros que lo tienen de su propio partido; pero la mayoría sólo tratan de hacer «amigos», los cuales no les sirven de nada puesto que no les dicen absolutamente nada. Por supuesto para el amigo tampoco le sirve de nada, salvo el autoengaño de considerar que un político es su amigo.

¿Por qué presentan los políticos pocas ideas en sus perfiles y muros, pocos debates y nunca informan de su propio punto de vista sobre asuntos controvertidos? Bueno, ya sabéis que «por la boca muere el pez» y tienen miedo de que no expresándose de forma absolutamente exacta se malinterpreten sus palabras y sus electores en potencia puedan quedar desengañados y no les voten ni a ellos ni a sus partidos a quienes se deben (así me lo han reconocido algunos de ellos), o temen la famosa advertencia amenaza de que «el que se mueve no sale en la foto» de las próximas listas electorales o listas de asesores en instituciones de donde sacar «pesebre».

Además, es que, sometidos al escrutinio público, las palabras de los políticos siempre son imperfectas (lo sean o no intrínsecamente, como las de cualquiera otra persona) y siempre serán criticadas por unos o por otros. Ese es el caso, ocurrido a pocos, cuando aparecen mensajes que parecen personales, escritos por ellos mismos, pegados al muro, que quedan a la vista de todos, como públicos, y poco después, arrepentidos del error de haberlos colgado, se hacen desaparecer, o se tienen que retractar.

Así que la única utilidad de las redes sociales para el político de a pie de un partido mayoritario, es poder decir que tiene «tantos» miles de «amigos» a los que les llegará un mensaje si algún día el partido les indica que hay que emitirlo.

Por otra parte, en realidad, más que estar en contacto con un político, los que sois sus «amigos» estáis conectados a un falso avatar gestionado, en la mayor parte de los casos, por un gestor de redes sociales, de las que el político se ha desentendido.

Evidentemente, lo dicho no es cierto del caso de los políticos de los partidos minoritarios que, en un exceso de darse a conocer, de dar a conocer cómo son y piensan (porque tienen mucha más ideología para alimentar a las minorías más fundamentalistas, y porque tienen menos que perder) abanderan ideas una y otra vez, repetitivas hasta la saciedad o plantean críticas (incluso con razón) que les pueden hacer ganar puntos ante la opinión pública.

Otra cosa que me hace gracia es ver cómo, en lugar de hacerlo del modo tradicional, presencialmente, en entrevista, en rueda de prensa o en nota de prensa, ahora las redes sociales se han convertido en la plataforma para que en 280 dígitos se hagan manifestaciones de dolor, de apoyo, de rechazo, o declaraciones de intenciones. A veces palabras que suenan muy bien, otras altisonantes.

¿Ha mejorado el uso exagerado que se hace de las redes sociales la percepción que los ciudadanos tenemos de nuestros políticos? Lo dudo.

Desastres naturales, actos ignominiosos y delictivos son el mar en el que se puede «chupar» cámara, tener visibilidad, estar en el candelero, aprovecharse de las emociones, de los sentimientos. Todos pescan en ese río o mar grande, revuelto: los políticos nacionales, los de la comunidad autónoma, los de las administraciones locales, los cuerpos de seguridad, las ONG participantes, las organizaciones religiosas (por no decir la Iglesia). Las banderas a media asta. Las declaraciones de luto oficial. Los agradecimientos a los cuerpos de seguridad que «hacen su trabajo». Los equipos de psicólogos, las organizaciones de apoyo. Todos participan. Los medios lo engrandecen, lo magnifican: toda España derramando o tragando lágrimas. Y los que quieren pescar, quieren estar presentes.

Señores: están abusando de nosotros. Y todo, por la visibilidad.

Es vergonzoso, es una falta de respecto.

*Doctor en Derecho