Las elecciones generales y autonómicas del pasado domingo han supuesto una derrota contundente para el Partido Popular, que ha cosechado el peor resultado en unas elecciones generales de toda su historia.

Para quienes creemos que el Partido Popular representa los valores del centro reformista y uno de los pilares del Estado social y democrático de derecho que consagra nuestra Carta Magna, esto no es una buena noticia. Tenemos el próximo 26 de mayo el partido de vuelta para intentar equilibrar la contundencia del marcador cosechada este.

No nos queda el consuelo de ser la fuerza más votada, ni siquiera como excusa retórica para mitigar las heridas de la derrota. En política los ciudadanos confían en ti o no confían. Y en esta ocasión no han confiado en el Partido Popular, ni siquiera sumando con otras fuerzas políticas.

La explicación de los malos resultados electorales de las europeas del 2014 y las municipales y autonómicas del 2015, fue que nos habíamos limitado a introducir en la legislación nacional los mandatos de la Troika y habíamos confundido la política con la contabilidad y la economía con la hacienda.

Se nos echaba en cara que estábamos convencidos de que la recuperación económica era nuestra gran apuesta, la única apuesta. Que los ciudadanos nos habían escogido única y exclusivamente para enderezar los desvaríos de los gobiernos socialistas del periodo entre el 2008 y el 2011. Y no era así.

VARIOS FACTORES // Los ciudadanos no están dispuestos a votar solo con el bolsillo y pasar por alto otros asuntos. Puede que haya muchos factores que expliquen las razones de una derrota, pero evidentemente las más notables son el malestar generado por los casos de corrupción, el incumplimiento de las promesas electorales y el posicionamiento ante la crisis catalana.

Algunos dicen que hay que dedicar más tiempo a comunicar o a explicar mejor las cosas. Se trataría de abordar un debate a fondo sobre las razones por las cuales no calan nuestros argumentos, sobre por qué no hemos detectado las claves del cambio social que se ha producido y por qué no nos hemos adaptado al nuevo paradigma político; aceptar la evidencia de no ser un partido simpático para los jóvenes y que necesita una renovación de formas y de lenguaje.

Por eso soy optimista de cara a las elecciones municipales que se celebran el próximo mes. Porque Begoña Carrasco sabe comunicarse, explicarse y hacer que calen sus argumentos. Es una mujer joven, sobradamente preparada y plenamente consciente del nuevo contexto político, en el que las mujeres y los profesionales procedentes de la sociedad real tienen mucho que aportar.

Begoña tiene la capacidad de fascinar, y evidentemente su honestidad, humildad, trabajo y proximidad están fuera de toda duda. Begoña y su equipo ofrecen a Castelló la vuelta del sentido común y de la convivencia a la casa de todos los castellonenses. Habrá que estar atentos al partido de vuelta.

*Vicepresidente de la Diputación de Castellón y concejal del PP en Castelló