Circula un vídeo por la red donde un anciano de 92 años (el abuelo Melquíades) explica el secreto para realizar una canción de reguetón a partir de un ritmo pegadizo y una letra repetitiva. El vídeo supera los ocho millones de reproducciones. La letra puede salir fácilmente de un cuadro de 20 palabras («lento», «rápido», «suave», «fuerte», «toda la noche», «todo el día», «sin miedo», «amarte», etc.) que pueden cruzarse entre sí las veces que se quiera. También comenta que conviene latinizar algunas de ellas: por ejemplo decir amol, en vez de «amor». Por último, hay que contar con un aparato que convierta la voz en un sonido metálico. Y si nos fijamos en cualquier éxito del momento observamos estas características: ritmo sincopado, sonido electrónico y una letra latina pegadiza. Esto hace que muchos lo consideren como el peor género musical que ha creado la humanidad. Pero peor parado queda este ritmo latino si analizamos su contenido, pues tanto la letra como las imágenes hacen apología de la violencia directa hacia las mujeres, las cuales son descritas como meros cuerpos sin valor, intercambiables y siempre disponibles al servicio del deseo sexual de sus autores. «A ella le gusta que le den duro y se la coman» (Daddy Yankee), «Estoy enamorado de cuatro babies y siempre me dan lo que quiero, chingan cuando yo les digo» (Maluma), «Agárrala, pégala, azótala» (Trébol Clan) o «Si sigues en esta actitud voy a violarte» (Jiggy Drama) son ejemplos tan execrables como poco edificantes de las letras que escuchan nuestros jóvenes. Y es que el reguetón ha naturalizado una forma particular de hombre: el machista. Es cierto que la juventud puede poner distancia entre letra y realidad, pero solo si se tiene espíritu crítico. Y mucho me temo que eso no abunda.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)