La pandemia ha dejado muchos efectos colaterales. En primer lugar y más importante, las consecuencias sanitarias, pues estamos hablando de un tipo de virus del que, casi un año después del primer caso, el 8 de diciembre del 2019 en China, no tenemos claro el tratamiento ni la cura. Lo que está claro es que ha afectado ya a 37 millones de personas en todo el mundo y más de un millón han fallecido. España ha sido uno de los países que más ha sufrido, especialmente, la generación que nos lo dio todo: nuestros mayores. En las residencias el virus ha penetrado con gran virulencia y, lo más triste, actualmente, aún no sabemos el número real de muertos. En segundo lugar, tenemos las consecuencias económicas. La salud es lo primero y eso es indiscutible, como también lo debería ser que en el equilibrio está la virtud. Aprender a convivir con el virus es muy complejo, pero no nos queda otra, no al menos hasta que se desarrolle la vacuna.

Son muchos los castellonenses que se han quedado sin trabajo o están un ERTE y no saben cuándo podrán volver ni en qué condiciones. También son muchos los que cada día abren su negocio y todo lo que ganan lo destinan al pago de deudas, u otros muchos que han cerrado para siempre.

Uno de los sectores más afectados es precisamente el ocio nocturno. Hablar de ocio nocturno, en los tiempos que corren, es una profesión de riesgo. Cuando se produce una crisis, siempre tendemos a buscar culpables y señalar con el dedo. Por eso, yo siempre me tomé con ciertas reservas lo de «salir más fuertes y unidos», porque la realidad es que ni una cosa ni la otra.

El ocio nocturno es prácticamente el único sector que no ha podido reabrir ni tampoco cuenta con un plan de ayudas específico. El virus no aparece a partir de las 1.00 horas, el virus aparece si se incumplen los protocolos de sanidad y de distanciamiento, pues la mayoría de brotes son de origen social. En la provincia de Castellón contamos con unos 200 locales y 7.000 empleos. Los que pudieron levantar las persianas lo hicieron con todas las medidas de seguridad oportunas, pero de la noche a la mañana se vieron de nuevo castigados por el comportamiento irresponsable de unos pocos. Con el cierre de estos locales, no solo se deja en la estacada a miles de familias sino que se fomentan las fiestas y los botellones ilegales, mucho más difíciles de controlar.

Con el virus han cambiado nuestras rutinas y nuestra vida. Por eso, hay que renovarse o morir. El ocio nocturno también. Este sector debe reconvertirse y en ese camino las administraciones debemos estar a la altura, facilitando los trámites. Porque hoy en día un bar puede servir una copa, pero no puede hacerlo un pub sin licencia de cafetería. Un agravio comparativo que puede ser letal. Y eso es lo que proponemos en Cs, ayudarles a adaptarse a este nuevo entorno, transformar un problema en una oportunidad, dinamizar la economía y reactivar el consumo. Ganas no les faltan. H

*Portavoz de Cs en la Diputación y teniente alcaldesa de Benicàssim