La necesidad de abandonar la gran dependencia del modelo de sol y playa del turismo español resulta un debate recurrente, que desde hace años abordan, con mayor o menor éxito, tanto el sector público como el privado. Las características de la geografía y del clima mediterráneo son un reclamo turístico que han aportado innumerables beneficios para España y la Comunitat Valenciana desde la segunda mitad del siglo pasado. Y lo sigue haciendo en la actualidad. No se trata, por tanto, de renegar de un importante pilar económico en nuestro país, sino de repensarlo. La feria internacional de turismo Fitur, que se celebra en Madrid, ha vuelto a poner sobre la mesa la necesidad de diversificar mercados y desestacionalizar el consumo, además de no abandonar el tren de la innovación tecnológica y la sostenibilidad. Existen iniciativas interesantes en todos estos ámbitos, que cuentan con la implicación tanto de empresarios como de administraciones; se trata de seguir por este mismo camino, con más decisión si cabe.

Son muchos los motivos que animan al replanteamiento del modelo turístico. Uno de ellos es la evidencia de los perjuicios del turismo masivo, como la proliferación en la oferta de alojamiento -legal e ilegal- que provoca a la larga la expulsión de los vecinos debido al aumento de los alquileres. Cada vez que se supera un récord en números de visitantes (el año pasado se rozaron los 84 millones de llegadas de turistas extranjeros en España, casi el 1% más), sería oportuno reflexionar hasta qué punto este crecimiento se debe a un turismo de bajo coste. El modelo low cost perjudica la imagen de marca del destino, repercute negativamente en las condiciones laborales de los trabajadores y, a la postre, acaba siendo poco competitivo frente a otros lugares que ofrecen lo mismo pero a precios más bajos, como Túnez o Turquía.

La innovación tecnológica puede ser una palanca de mejora. Hay empresarios que han confiado en exceso en la inercia de una fórmula que pudo tener éxito en el pasado, pero a la que la falta de modernización y adaptación a los nuevos hábitos de consumo la han vuelto obsoleta. Hay numerosas oportunidades de negocio en este campo (aplicaciones de smartphones, realidad virtual, inteligencia artificial...) que contribuirían a elevar la calidad de la oferta y a ser, en definitiva, más competitivo.

Un último aspecto a tener en cuenta es el ecológico. La emergencia climática ya no es una amenaza lejana, sino que empuja a actuar con urgencia. Y eso afecta a todas las esferas de la vida, también la manera como concebimos el ocio y las vacaciones. La borrasca Gloria es un recordatorio de la necesidad de planificar el urbanismo en armonía con el medioambiente, algo que no siempre tiene en cuenta el desarrollo turístico, como podemos ver en innumerables ejemplos de nuestro litoral. Una nueva generación de adolescentes reclama cambios profundos por un mundo más sostenible. Ellos serán los consumidores -y los turistas- de futuro. Escuchémosles.