Después de los atentados en Barcelona y Cambrils, con las consecuencias que todos sabemos, me queda el rescoldo de la pena y la rabia. Parece que fuera una premonición, pero días antes de que ocurrieran estos hechos, mentalmente me cuestioné la posibilidad de que se produjese un atentado terrorista en nuestro país, tras lo ocurrido en Francia, Inglaterra y Alemania. Me dio miedo que un tal pensamiento cruzara por mi cabeza y ante el horror de que tal cosa pudiera producirse, habida cuenta la gran afluencia de turistas en todo nuestro territorio nacional, deseché esa posibilidad.

Ahora, el Daesh no solo ha asumido la responsabilidad de estos atentados sino que anuncia que habrán más en nuestro país. Las células durmientes se han despertado o están en ese proceso para actuar. La alerta es máxima y no se ha de subestimar cualquier posibilidad de riesgo. El atacante puede emerger en cualquier momento y en cualquier lugar. Lo malo de esta situación es que no podemos poner en el mismo saco a todos los residentes en nuestro país, de origen foráneo y que hayan venido en busca de una vida mejor. La política de integración es cada vez más intensa en el sentido de poner en marcha planes de identificación de los residentes con el país donde viven, es decir, el nuestro en este caso. El problema está en la mentalización de jóvenes con debilidad de carácter, que son inducidos a creer en la radicalización, estando dispuestos a inmolarse por un ideal creado artificialmente en beneficio de no sabemos muy bien quién.

Rompo una lanza a favor de las fuerzas de seguridad, en su esfuerzo por controlar de la mejor manera la situación, si bien y como se ha probado, la vigilancia ciudadana, a titulo individual o colectivo, es de suma importancia.

*Secretaria provincial de Derechos Civiles PSPV-PSOE de Castellón