En política no todo vale. Esta semana, en estas páginas, el concejal de Bienestar Social en el Ayuntamiento de Castellón, el señor José Luis López Ibáñez, me atacaba en un artículo con una desafortunada violencia verbal absolutamente gratuita.

Me acusaba en su columna de sufrir alzhéimer, un comentario frívolo e irrespetuoso, más si cabe cuando viene del responsable político que, desde el Ayuntamiento, cada semana conoce dramas de esta o peor índole, problemas que merecen toda nuestra atención y respeto. El alzhéimer es un asunto muy serio. Sé de lo que hablo, y siento lo que hablo, porque yo misma tengo en mi familia a una persona que lo padece. No tolero que se refiera a mí un representante público, de todos los castellonenses, que debe exhibir ejemplaridad. Sus críticas hacia mi persona venían a raíz de la promesa que estos días he lanzado de que, en el caso de que los castellonenses me den su confianza, me comprometo a crear unidades de respiro en todos los distritos de la ciudad para atender a los enfermos. De ahí, a decir que tengo alzhéimer, creo que hay una línea que no se debe cruzar. No me duele por mí, me duele por todas las familias que tienen a seres queridos en esta situación.

De verdad, señor López, no sé qué le he hecho ni tiene contra mí. Decía usted que «Castellón no necesita a Carrasco». Yo creo que sí. Mi compromiso con los castellonenses es a defender la libertad que ahora no tienen en ámbitos como la libertad de elección educativa, de lengua o la religión. Es gobernar para todos sin perder el tiempo en nimiedades como el nombre de la ciudad o en cambiar cruces de lugar. Mi compromiso es preocuparme por lo que importa a los castellonenses: el empleo, la mejora de los centros de salud, la construcción de los colegios que faltan, la creación de plazas de atención a mayores. Señor López, le pido --no me gusta exigir-- respeto.

*Portavoz del Grupo Popular en el Ayuntamiento de Castellón