Hablé bastante en julio de los logros, novedades y ventajas de Benicàssim, pero lo que pretendo decir es que ya estamos dentro del mes de agosto y, aparte de los chiringuitos de la playa, en Benicàssim hay gran número de notables restaurantes, algunos con el prestigio que traspasa límites incluso provinciales. Y buscando también establecimientos de esas especiales características, me encuentro con nombres muy populares, pero resulta que se cumplen ahora veintitantos años cuando yo no tenía lectores en el periódico, pero si que tenía oyentes en la radio, en la SER de Castellón- Y un cierto aire popular estaba cerca de mí y era requerido en algunas fiestas mayores de pueblos de la provincia. Yo desciendo de Culla, por parte paterna y de Benlloch, de la materna. Pero ejercía entonces como gestor cultural del Ayuntamiento de Castellón cuando fui invitado -una vez más- para ser una especie de galanteador de las fiestas de agosto. En realidad fue un homenaje a las jóvenes festeras, vestidas con trajes típicos.

Desde el Ayuntamiento de Castellón fuimos un grupo de personas, y, entre ellos el alcalde don José Luis Gimeno que intervino, como Mantenedor. Quizás se adelantó unos días su inauguración, pero aquel fue uno de los primeros días de la vida del Mesón La Setena, dirigido por José Luis García Traver, apellidos muy de casa, como se ve. Los que fuimos de Castellón comimos allí. En la sobremesa, aireamos una vez más la definición de La Setena. Culla dependía en 1345 de la orden de Montesa, cuya capital de comarca fue la propia Culla, que tenía voz y mando sobre Atzeneta, Vistabella, Benassal, la Torre d’en Besora, Benafigos y Vilar de Canes. Siete pueblos en total. De ahí que aquello se bautizó como La Setena de Culla. Y García Traver, al inaugurar su mesón, quiso hacer los honores al hecho histórico, que empezó en 1303 cuando Guillem d’Anglesola vendió Culla y todos sus dominios a la orden de Montesa y fue ya en 1345 cuando nació La Setena. Esta agrupación de municipios fue creada para defender con mayor fuerza los intereses en común y perduró hasta mediados del siglo XIX.

Los padres del actual José Luis abrieron este local con mucho esfuerzo y así él ha continuado con el concepto de mesón o casa de comidas, dando continuidad al legado que heredó. Y es que preservar la esencia de la comida casera, de la cocina de la abuela, es muy difícil en estos tiempos donde se valoran también muchos otros puntos como la presentación, la vajilla, la decoración, etc. Sin embargo, aquí lo importante es el buen saber hacer la cocina tradicional sin pretensiones. En esa búsqueda del sabor de las recetas de toda la vida es partícipe la cocinera Rosita Nieves, quien lleva en la casa diecinueve años.

Al entrar nos encontramos con un pequeño comedor en forma cuadrada, de diseño tradicional, la madera del mobiliario se mezcla con paredes de piedra y ornamentos antiguos, dándole el punto rústico al establecimiento. Entre semana ofrecen menú diario y los fines de semana un menú-carta. Además de la carta podemos disfrutar de algunas elaboraciones por encargo. Por ejemplo el tombet con baquetas, el cordero al horno o las paletillas de cabritillo.

Durante los meses de invierno incorpora a sus platos la trufa negra, ese tesoro gastronómico que tenemos la suerte de disponer en el interior de nuestra provincia. En la histórica ciudad de Culla, donde yo dormí tantas veces en la casa de la tía Marianeta, con ese aroma permanente del horno y de la cocina tradicional, que tanto recuerdo.

Me falta añadir que el Mesón La Setena es un monumento gastronómico del antiguo Maestrazgo, visitarlo es un homenaje a los platos de cuchara, a los buenos caldos, a las carnes bien cocinadas, al producto local y al cariño por la comida. Es el placer de viajar en el tiempo a través de un bocado de tradición.

Lo añoro mientras también disfruto en Benicàssim, intercambiando saludos y opiniones con el Humo de los Barcos.