Sergio Moreno, un joven de 23 años, volvía a casa en un tranvía de Murcia cuando conoció a la protagonista de esta historia, a la que los medios han bautizado como La chica del tranvía. Sergio se apeó del vagón al llegar a su parada, mientras la joven siguió su camino. Al día siguiente, colocó carteles en todas las paradas del tranvía intentando localizar a la joven. El cartel contenía frases como «me sorprendí a mí mismo en el momento en el que me di cuenta de que no podía apartar mis ojos de ti» o «me hubiese gustado tener el valor de sacarte del infierno que estabas pasando y alegrarte la noche».

No dudamos de las buenas intenciones del joven con su idea de empapelar la ciudad, pero lo cierto es que el chico ha demostrado una actitud invasiva obligando a una chica a forma parte de una historia sin su consentimiento. Además, Sergio confiesa que se enamoró de su triste mirada (imposible enamorarse tan rápido), permitiéndose unas licencias sobre ella sin conocerla y dando por hecho que está triste y necesita la compañía de un hombre para ser feliz. Todo un atrevimiento, con tintes machistas y trasnochados.

Hace unos días la historia tuvo un nuevo capítulo, pues aparecieron en la ciudad carteles que son la respuesta de la chica del tranvía. La carta relata desde su punto de vista lo ocurrido. Este es el extracto: «Aquella noche solo quería llegar a casa para dormir porque estaba cansada. No me sorprendí que un extraño me mirara más de lo normal, pues no es la primera vez. No dejabas de mirarme y eso asusta, así que cuando te miraba, te desafiaba, quería que vieras mi hostilidad para que no te acercaras. Sentí alivio cuando vi que te bajabas». Parece que nos encontramos ante una falsa acción poética, en una historia de acoso personal y mediático no solicitado.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)