Los últimos 15 años han transcurrido en mi vida con el protagonismo inesperado de la bahía entre el Torreón y el Voramar y sus espigones de rigor, con el epicentro que se bautizó en su día como la Almadraba, viviendo muchas horas del día en mi apartamento familiar del Arenal, que creció hace 50 años sobre un terreno que fue antes de don Ezequiel Dávalos y con el vecindario de ilustres familias de Castellón y de Valencia, con apellidos muy sonoros entre los escalones que conducen a cada altura, Santa Cruz, Gasset Lacasaña, Sánchez Gozalbo, Campos, Florit, Gil Matíes, Cervera, Melero, Grangel, Purón, Rosales, Bellido, Salazar, Ramos, Dols…

Pero ya digo que un aspecto de mi vida y de mis sueños, están envueltos en los últimos quince años, desde que el periódico Mediterráneo me invitó a contar historietas como esta a la orilla del mar, jubilado ya como librero, como locutor de radio y cronista de periódicos, como asesor cultural del Ayuntamiento de Castellón, como empresario del mundo del espectáculo y delegado de la Federación Valenciana de Ciclismo y como editor de Castelló Festa Plena con dos ilustres como José Sánchez Adell y Paco Pascual. Pero, en realidad, todo eso son aspectos que pueden contemplarse como muy personales, que van quedando en el armario de los recuerdos mientras nacían hijos y nietos, 10 en total.

Mis días y mis horas del verano los empleo desde hace 15 años en buscar el humo de los barcos allá en el fondo del mar, en construir como una metáfora torres y castillos de arena sobre la orilla y el ir recordando mis días vividos y mis noches soñadas, mientras contemplo el castillo de Montornés desde mi terraza.

Y como estamos a estas alturas del verano en un terreno muy personal, os voy a enviar hoy una postal, envuelta en un precioso dibujo de Lorenzo. Una postal de una cualquiera de las villas que en estos momentos se pueden admirar entre el Torreón y el Voramar. Algunas de ellas llevan la firma de arquitectos que forman parte de un sector castellonense de muchísimo nivel profesional. Son Francisco Maristany, Vicente Traver y Enrique Roca, que han ensalzado el patrimonio al top. Todas se encuentran en esta parte de la playa cuyo uso ha dividido en tres zonas.

Empezando por el Voramar y hasta el sector de la Almadraba, es decir, el Infierno, lugar cargado de antiguas historias frívolas y festivas que comenzó por la conocida como villa con Torre, a la que sigue Villa Elisa, las villas Fabra, después Paquita, Carpi, Victoria, Amparo, Socorrito, Rafaela, Pons, Villa del Mar, el grupo de villas Isabel, Carmen y Gracia, Gens, Vicentica, Rosita, María, Ana y María Luisa, que ya empalma con Los Príncipes para llegar hasta la plazoleta de la Almadraba, es decir, el Limbo, donde descansa la Villa Santa Cruz, habiendo quedado atrás el paseo Pilar Coloma.

La villa Dávalos --ahora Vistamar-- es la primera de la Corte Celestial desde 1930, después paseo de Bernat Artola. Y le siguen María del Carmen, Marina, Villa Sofía, Clotilde, Santa Cristina, Iluminada, El Barco, Camilleri y Solimar.

No he tenido fuerzas para contar más. Pero todas se visten de flores con la luna, para alegrar las noches de esmeraldas. H