Sin ningún pudor, mi amiga se sacó la teta en medio del bar, y le dio de mamar a su niña. Un chorro de leche salió disparado hacia algún lugar. Nadie le dijo nada. Un acto tan natural como amamantar puede ser motivo de disputa. Lo es cuando a una mujer se le impide dar el pecho en público, cuando se le cuestiona si tendrá leche suficiente o si será de calidad. La lactancia materna en los últimos años ha recuperado terreno, pero aún son muchas las mamás que han de superar varias trabas para llevarla a cabo como desean.

De aquí que el lactivismo se haya convertido en una realidad. Aunque no tiene definición formal en el diccionario, se trata -según sus promotoras- de un activismo que defiende el derecho de las mujeres y los bebés a dar y recibir el pecho dónde y cuándo deseen. Amamantar, como la crianza en general, es un acto relegado a la invisibilidad del hogar, no valorado -como todo trabajo de cuidados- y menospreciado.

Las lactivistas sacan la teta a la luz pública y convierten el hecho de amamantar en un acto social y político, tanto individual como colectivo. Lo vemos en forma de grupos de apoyo a la lactancia, la crianza y el posparto. Se trata de espacios donde compartir y tejer redes de solidaridad, que resultan imprescindibles en una sociedad individualista y mercantilizada como la actual.

El lactivismo se inserta en una práctica activista que va más allá de la teta e implica una determinada manera de entender el cuidado de las criaturas, desde lo que se ha venido en llamar «la crianza con apego». Una militancia reivindicada a menudo desde el sentir y el mirar feminista, y al margen de idealizaciones y esencialismos. Internet y las redes sociales, asimismo, se han convertido en un nuevo espacio de apoyo mutuo y sororidad, a través de múltiples blogs y foros de debate.

*Activista