En un ambiente crispado, el segundo debate consecutivo entre Pedro Sánchez (PSOE), Pablo Casado (Partido Popular), Albert Rivera (Ciudadanos) y Pablo Iglesias (Unidas Podemos) fue un cuerpo a cuerpo entre el candidato socialista y sus dos adversarios de la derecha, que pugnaron entre ellos en busca del voto derechista por el que también compite Vox. A diferencia de lo sucedido en el primer debate celebrado el pasado lunes en TVE, Sánchez no rehuyó el cuerpo a cuerpo con Rivera y Casado. Al contrario, el candidato socialista respondió y atacó sin rehuir la esgrima verbal, recurrió también a los golpes de efecto (le regaló a Rivera un ejemplar del libro de Santiago Abascal) y salió airoso de un debate en que hubo numerosos momentos de tensión y frecuentes intercambios de descalificativos. Este fue el aspecto más lamentable del debate: la agresividad gratuita, la falta de respeto, los golpes de teatro y el recurso habitual a las falsedades hacen un flaco favor a la acción política. En este sentido, cabe destacar la actitud de Iglesias, muy mesurado y respetuoso en los dos debates de estos días.

Favorito en las encuestas, Sánchez hurgó en la división en la derecha citando a menudo a Vox y recordando el pacto de las tres derechas en Andalucía. Fue especialmente contundente contra Casado y Rivera en el segmento del debate dedicado a la lucha contra la violencia de género, y respondió con firmeza a las acusaciones de que ha pactado en los últimos meses con los independentistas catalanes y vascos. Fue un poco más claro de lo que había sido hasta ahora al afirmar que no entra en sus planes un pacto post-electoral con Ciudadanos, aunque no lo descartó de plano. Así pues, Sánchez sale reforzado de la prueba más dura que le quedaba hasta el 28-A.

Rivera y Casado compitieron entre ellos en agresividad contra el candidato socialista. Especialmente Rivera, que repitió la táctica beligerante del primer debate y también deslizó alguna crítica hacia un Casado que intentó poner en valor la experiencia de Gobierno del PP. En medio de las interrupciones y los ataques, Iglesias tuvo dificultades para hacer oír sus argumentos, como su llamamiento al diálogo sin cortapisas en lo referente a Cataluña. En las elecciones más polarizadas en años, con una gran carga ideológica, la mesura cotiza a la baja justo cuando más necesaria es la responsabilidad, el sentido de Estado y la altura de miras desde todos los ángulos.