Por segundo año consecutivo, Pedro Sánchez ha acudido al foro de Davos, donde se reúne la élite mundial, al contrario de lo que hacía Mariano Rajoy, que no fue nunca. La decisión del presidente del Gobierno central de no faltar a la cita de la ciudad suiza es acertada, y más este año, para explicar el programa de coalición del PSOE y Unidas Podemos (UP), que ha podido causar alguna inquietud en círculos económicos internos e internacionales. En Davos, el presidente expuso el programa de Gobierno con el objetivo de resaltar que en ningún caso, pese a presidir una coalición de izquierdas, va a relajar el control del déficit y de la deuda pública. «Ejercemos el rigor fiscal y estamos comprometidos con la reducción de la deuda y el déficit público para crear confianza», aseguró el presidente español. Sin embargo, defendió al mismo tiempo la «justicia fiscal» para que haya «justicia social» y mencionó la subida de impuestos, pero también la evasión de divisas y la necesidad de implantar una renta mínima vital para combatir las desigualdades en un país donde hay 2,2 millones de niños en riesgo de caer en la pobreza. El crecimiento económico acompañado de la justicia social fue presentado por Sánchez como la única manera de frenar el crecimiento de la extrema derecha.

Uno de los nuevos impuestos es la llamada tasa Google, que el Gobierno pretende mantener en los próximos Presupuestos Generales del Estado, aunque confía en que antes se llegue a un acuerdo en la UE o en la OCDE para que España no se quede aislada y sufra las represalias de Estados Unidos, que se opone a ese impuesto destinado a gravar a las multinacionales tecnológicas que eluden el fisco de los países donde actúan. Querer mantener en solitario la tasa Google es un ejercicio voluntarista, como se acaba de comprobar en Francia, que la ha suspendido durante un año debido a las amenazas de EEUU. La UE y la OCDE deberían esforzarse en alcanzar un pacto porque el impuesto a las multinacionales de la economía digital es tan justo como necesario en los tiempos que corren.

A pesar de que el Fondo Monetario Internacional acaba de rebajar dos décimas, hasta el 1,6%, la previsión de crecimiento de la economía española, esta cifra está aún por encima de la media europea. Esta situación llevó a Sánchez a sostener que la economía española es «más robusta y equilibrada que en el pasado» y permite compaginar el crecimiento con la redistribución y la justicia social, objetivos del Gobierno PSOE-UP.

Es muy importante que España asuma un papel de liderazgo mundial, y en este sentido el foro de Davos es una cita ineludible. El hecho de que desde ciertos altavoces se haya criticado el viaje de Sánchez (con el argumento de que arrinconaba al Rey porque Felipe VI no participará este año, cuando el monarca solo ha intervenido una vez en Davos, en el 2018) solo se explica por la voluntad de la derecha política y mediática de protagonizar una oposición sin cuartel y en nada constructiva al nuevo Gobierno socialista. Representar a España en los foros al más alto nivel (y, a ser posible, hablando en inglés) es una obligación, y no un privilegio, del presidente del Ejecutivo.