Un grupo de científicos dicen haber descubierto por casualidad una vacuna contra el estigma que comportan las patologías psíquicas. Según fuentes oficiales, síntomas análogos como el distanciamiento social, semejante al que bautiza el covid-19, permitieron de forma imprevista dar con una fórmula inyectable que borra los prejuicios. Además, una serie de revistas científicas avalan el hallazgo, asegurando que no se trata de un efecto placebo si se incluye el uso obligatorio de distintos modelos de mascarillas.

«No salimos de nuestro asombro. El experimento se realizó con ratones de laboratorio: acomodamos en una urna un grupo de roedores que se rechazaban entre sí, y tras aplicar una dosis del fármaco por separado a cada uno, se notó un cambio radical de comportamiento. Lo que antes era repudio ahora era aceptación. De lo que no fuimos capaces, a pesar de nuestros esfuerzos, fue de averiguar el impacto de las mascarillas, por la extrema dificultad de ajustarlas en los hocicos de los pequeños mamíferos», exclama el director del estudio.

La segunda etapa del estudio es su aplicación en seres humanos. El inconveniente estriba en encontrar a un grupo de riesgo objetivo. Visitadas todas las asociaciones que dicen velar por la salud mental, se ha constatado que solo están llenas de familiares del afectado. Siendo la figura del enfermo una parte residual en las entidades del sector. Solo el 10% de los diagnosticados está asociado. El 90% está abandonado a su suerte, lo que complica el ensayo a largo plazo.

«Primero empezaremos con mascarillas», comenta el doctor Alberto Comisione. Expertos en microbiología señalan qué tipo de mascarillas se deben usar en cada caso, según el radio de acción del estigma, y dónde deben llevarse de forma altamente recomendable, como lugares públicos, entornos laborales y un largo etcétera de espacios donde puedan pulular los microbios de la denominada anti-empatía, dada su relación directa con el estigma. Para evitar cualquier conato de prejuicio que pueda despertar la persona que manifiesta el estigma, se utilizarán las mascarillas FFP4 (sin válvula) ante pacientes con patología mental grave confirmada o con sospecha. En cuanto al trato sanitario de los sujetos que proyectan sensaciones de miedo, se recomienda que en las urgencias vitales sean atendidos como si fueran casos positivos de comportamientos asociales y, antes de tratar al enfermo, se sugiere enviarlo al departamento de salud mental de la institución, sea cual fuere el origen de sus dolencias. Para la población general se deben usar siempre que se adviertan comportamientos anormales, anómalos o inverosímiles de terceros. Las estadísticas confirman que el aspecto físico, la fotogenia de los enfermos mentales es muy llamativa. Su uso se hace especialmente recomendable en el trasporte público, en los establecimientos comerciales, empresas, residencias y locales cerrados donde no se pueda mantener la distancia de seguridad y, en consecuencia, no se pueda escapar de las personas con síntomas psicóticos o le pongan nervioso sus temblores.

Está por ver que la vacuna contra el estigma sea una realidad. El representante de una casa farmacéutica pudo hablar con una persona con trastorno mental grave al que le sorprendió su pregunta, no por su contenido sino porque era la primera vez que le preguntaban por algo que le compete. «Cuando te consideran un peligro para ti mismo, hacen contigo lo que quieren», aseveró.

*Afdem