En este espacio cuyo epicentro es el limbo, el antiguo barranco, la actual avenida del Doctor Jorge Comín, con Arenal y Los Príncipes a sus orillas y el pabellón de madera que fue la anterior biblioteca, haciéndose oír el ambiente del chiringuito y bar restaurante de Jota’s y el sustantivo de primer nivel que ello representa, la playa de la Almadraba, donde planto cada mañana mis días vividos y mis noches soñadas.

Desde aquí hasta el Voramar, bautizado el paseo marítimo como de Pilar Coloma, el espacio es conocido --lo era, vamos-- como el infierno, ya que a principios y mediados del siglo pasado, era escenario de grandes fiestas mundanas y costumbres licenciosas. Claro que después, entre 1936 y 1939 las villas fueron incautadas por las Brigadas Internacionales y cada residencia adoptó funciones estratégicas. Algunas residencias o villas se transformaron en cocinas y comedores, otras, oficinas o archivos. Villa Cristina albergó la biblioteca, se habilitó como hospital y en el Hotel Voramar se realizaban las intervenciones quirúrgicas y se convirtió en lugar de encuentro de los brigadistas.

Después llegó don Joaquín Bau, presidente del Consejo del Reino, con su esposa doña Elisa Carpi. Y comenzó a cambiar el talante de los vecinos de la zona. Y apareció radiante la ya famosa Villa Elisa, hoy de propiedad municipal, con su jardín de valiosa variedad de especies vegetales y su espléndido ficus con sus seis metros de anchura en su tronco.

En ese sector del paseo marítimo, el catálogo y el mapa de la Ruta de las Villas, señala las siguientes: Villa-Hotel Voramar, Villa con torre, Elisa, Fabra, Paquita, Carpi, Victoria, título y escenario de una entrañable novela del farmacéutico Víctor Vázquez, Amparo, Socorrito, Pons, Villa del Mar que acoge también Villa Isabel, Carmen y Gracia, que comparten la verja metálica, Villa Gens, Vicentica, Rosita, María, María Julia, Santa Ana y algunas villas más.

Se ha dicho y escrito que después del ingeniero Coloma los primeros en construir sus villas fueron miembros de la burguesía valenciana. Con ellos llegaron las primeras fiestas glamurosas hasta la madrugada.

Eran escenas que los habitantes de Benicàssim observaban en la distancia, llenos de curiosidad una y otra vez, hasta convertirse en costumbre. Cuando el Ayuntamiento editó su primer catálogo de la acción titulada Ruta de las Villas se dice lo siguiente:

«Cada fiesta que se celebraba para los señoritos, tenía su réplica allá donde llegaba con mayor intensidad el eco de la música agosteña».

En el recodo que forma la bahía, resonaban en las fiestas de agosto las notas musicales de la orquesta en medio de una carretera poco transitada. En ese lugar se juntaban las gentes del pueblo de Benicàssim y poco a poco también los sirvientes y los caseros de las villas, que cada verano llegaban con sus señores.

En 1932, el periódico de Castellón El Heraldo nos muestra esta referencia: «La cena americana del sábado en Voramar, con 150 cubiertos…».

Mucho antes, el 1 de agosto de 1913 el mismo periódico habla de una estrella de la ópera que veraneaba en Villa Victoria:

--Lucrecia Bori es una artista adorable, sencilla, aniñada, candorosa y de gran modestia. Sin embargo como cantante está a una altura colosal, envidiable, dificil de superar...

Son crónicas de sociedad de otra época llena de encantos.