Al principio, cuando le dejaba en la puerta del colegio, se le encogía el corazón. Porque un día le dolía la tripita. Otro la cabeza. Al siguiente la excusa era que no había dormido bien o que tenía hambre. Después sus notas empezaron a resentirse. Se volvió más callado y tenía pesadillas a menudo. Las tardes de los domingos se convirtieron en horas de angustia. Su pequeño tenía 9 años cuando otros niños empezaron a acosarle en la escuela. Mónica recuerda con ojos tristes el infierno de cada mañana al llegar a clase. Supo que algo estaba pasando pero no se dio cuenta de la gravedad del tema hasta que otra mamá la llamó un día por teléfono. Le contó que su hijo había presenciado cómo varios niños habían acorralado a su pequeño en el gimnasio y le habían dado una paliza. Aquella tarde trazó una línea que ha permitido a su hijo sobrevivir. Porque Mónica sabe que otros niños han terminado por suicidarse cuando no hallan otra salida. Cuando sienten que están solos en las humillaciones. Cuando el colegio que debe protegerles mira para otro lado. Mónica escuchó a su hijo, supo leer las señales, se preparó para distinguir entre riñas normales del patio del cole y el acoso. Y entonces se presentó en el colegio. Contó todo. Una profesora fue advertida, cuenta, y no hizo nada.

Pero esta madre no se rindió. Siguió protestando en el colegio hasta el día de la paliza en el gimnasio. Ese día decidió que estaba sola y que solo le quedaba la vía judicial. Varios expertos comprobaron que su hijo padecía un “indudable sufrimiento” por el acoso al que había sido sometido. Y ganó. Porque el colegio tuvo que indemnizarles y porque ahora su hijo es un adolescente que solo se preocupa ya de las cosas propias de su edad. Este domingo podremos escuchar a Mónica en El objetivo. Casi un 10% de nuestros chavales aseguran sufrir acoso escolar, según un estudio de Save The Children. Y la cifra crece por la impunidad que existe en las redes sociales donde los menores que acosan se mueven sin problemas. No debemos resignarnos. Hay soluciones. Pero casi todas pasan por dos caminos: escuchar las señales que lanzan nuestros hijos y ampliar los planes de prevención que han puesto en marcha algunos colegios. H

*Periodista