En Castellón hay dos provincias en una, el litoral y el interior. Y ni siquiera existe un único interior; parafraseando al presidente de la Diputación, José Martí, hay muchos interiores, ya que las necesidades en una y otra zona son dispares. Algo parecido podría decirse de las farmacias. A diferencia de lo que ocurre en los entornos urbanos del litoral, donde el trasiego de clientes es evidente, para algunas farmacias de zonas rurales es una heroicidad abrir y bajar la persiana debido a su escasa población. Es el caso de las boticas de Viabilidad Económica Comprometida. En algunos casos, además, es el servicio sanitario más próximo al paciente, en muchas ocasiones personas mayores con enfermedades crónicas. Por ello, debe tomarse en consideración la llamada de auxilio que han lanzado las boticas rurales al presidente de la Diputación, que se ha comprometido a trasladar a las administraciones competentes la necesidad de ayudas para estas oficinas singulares. «Lo normal es estar 24 horas de guardia sin que suba nadie», lamentan. O tener dificultades para encontrar personal para sustituirles en vacaciones. O en el acceso a internet para la gestión de la receta electrónica...

En un interior que ve en la despoblación una amenaza real y cercana, las medidas de discriminación positiva destinadas a garantizar servicios tan básicos como la sanidad, la educación o la atención social tienen sentido. Iniciativas como las unidades de respiro, las escoles matineres, o las ayudas para el mantenimiento de tiendas multiservicio son ejemplos de cómo las administraciones más próximas, como la Diputación, pueden contribuir a este fin. A veces no se trata de hacer grandes gestos, sino de escuchar, de dar facilidades y gestionar las cosas pequeñas e ir todos de la mano.