Querido lector:

La inversión pública en cultura cuando hay crisis baja. Unos estarán a favor y otros estarán en contra. Pero lo cierto es que cuando las arcas públicas están vacías la cultura es la que sufre más recortes ya que el que gobierna prioriza otras cuestiones, con seguridad más importantes.

Sin embargo, cuando los criterios del reparto de lo poco existente siempre se dirigen al mismo sitio... la cosa ya se entiende menos. Y esto es lo que ahora mismo está pasando en nuestra Comunitat en materia de inversión cultural. El que debe elegir, el que debe priorizar una inversión u otra, en el ejercicio político de 2016 no está respetando el equilibrio territorial que debe contemplar para toda la Comunitat. Y claro, si el reparto de las partidas presupuestarias para unos y para otros, en función de no sé qué criterios, no es equilibrado, porcentual o vertebrador, el territorio discriminado debe alzar la voz, debe quejarse, debe protestar y debe pedir, cuando menos, ecuanimidad.

Es lo que debería hacer la provincia de Castellón en relación a la inversión cultural de la Generalitat valenciana. ¿Por qué? Muy sencillo, porque la inversión es tristemente paupérrima, prácticamente cero, como triste es ver al Auditori de Castellón con el cartel de pendiente de programación, lo mismo que el Principal, el Auditori de Peñíscola o el Espai, prácticamente todo el año, por citar solo algunos de los principales contenedores culturales autonómicos de la provincia.

Todo lo contrario (qué novedad) a lo que ocurre en Valencia, donde la cultura pública sufragada con los impuestos de todos los valencianos, también de los castellonenses, vive una promoción pública sin igual. Es como si las promociones populares para las óperas del Palau de les Arts o del resto de contenedores del Cap i Casal fueran vips, solo para ellos... Y eso que el que administra los fondos es un conseller de Castellón.

Por lo visto, los cambios políticos no afectan a la cultura. La situación es la misma. Todo sigue centralizado. Por no tener, en Castellón no hay siquiera un subdelegado del delegado de CulturArts que proteste.