La justicia alemana ha decidido mantener en prisión preventiva a Carles Puigdemont mientras resuelve la euroorden que ha emitido España para lograr su extradición. La internacionalización del proceso independentista catalán es un hecho, pero no en la vía que pretendía el expresidente de la Generalitat, la política, sino en la vía legal, ya que las peticiones españolas se debatirán en las cortes de justicia alemana, belga, escocesa y suiza, para aceptarlas o para denegarlas. Al propagandismo catalanista, la gira continental de sus líderes huidos no parece que les proporcione más que un sonoro fracaso. Los políticos catalanes refutarán el auto del juez Pablo Llarena tratando con desdoro la calidad de la democracia española, presentándose como políticos represaliados cuando en realidad han sido detenidos con la misma legislación que les permitió concurrir a las elecciones. Pero esa forma torticera de presentar la realidad española no se la traga nadie en Europa. No hay que engañarse: Cataluña se halla en vía muerta por el unilateralismo independentista y su obsesión por un referéndum contrario a un marco estatutario y constitucional reconocido por la Unión Europea.

El bloque aventurero, descabezado, con el reloj de la investidura corriendo, acusa el golpe de la detención de Puigdemont y no sabe cómo salvar políticamente el momento. El único cargo público que mantienen los independentistas, el presidente del Parlament, Roger Torrent, parece incapacitado para ello. Ayer mismo, Inés Arrimadas pidió su dimisión, cargada de razones en su crítica feroz al personaje. Además de convertirse en portavoz de facto de políticos huidos, encarcelados y bajo los que pesan importantes acusaciones, Torrent viene retorciendo los reglamentos a su favor. Y eso es indecoroso en quien tiene un papel crucial para evitar que en el Parlament se vuelvan a cometer ilegalidades, del tipo de una investidura en ausencia de Puigdemont, como algunos ponen sobre la mesa. El pleno de mañana, convocado para debatir una falacia (el supuesto derecho del expresidente fugado a ser investido), no debe reiterar la irresponsable desobediencia que tanto daño ha causado. El momento es muy grave y exige alguna solución. El socialista Miquel Iceta propone un gobierno de concentración, pero dado que ello es imposible, con una Generalitat que cumpliera la ley y gobernara de forma efectiva bastaría. Eso, o una segunda vuelta electoral.