Querido lector/a, la socialdemocracia europea está pasando por una encrucijada. Y lo digo desde la convicción de que la palabra encrucijada expresa plenamente la circunstancia que vive y sufre. En todo caso, y para que la cosa quede clara, advierto que la encrucijada se refiere a una situación donde acecha el peligro, caben varias soluciones y no está clara la conducta a seguir.

Para hacer comprensible tal afirmación y su peligro, señalaré que en Grecia, el roto Pasok se diluye. En Italia, desmantelado el PSI por lo de Manos Limpias y ahora refundado, existe sin influencia. En Francia, parte de los dirigentes del PSF piden el voto para otro partido y otro candidato a la presidencia de la República. En Holanda, acusados de respaldar recortes, han sido desbordados por los verdes y ha pasado del 25% al 5%. En Gran Bretaña, las diferencias internas y dimisiones de diputados les sumergen en algo más que una crisis. En Alemania renace la esperanza con Schultz, aunque es pronto para asegurar la recuperación. En España, por decir algo, el PSOE pierde votos desde el 2010 y aparece desunido, debilitado y poco creíble.

Pero también decía que la encrucijada incluye el no tener clara la conducta a seguir. Y eso es lo que pasa. Todos saben que hay que hacer algo que tiene que ver con reinventar el socialismo democrático como alternativa clara y coordinada para combatir la crisis y afrontar los retos del futuro, desde la esperanza en la justicia social y en defensa del bien común. Todos saben que eso supone más democracia, reformar los mercados financieros, pactos por el empleo, potenciar la economía verde, afrontar la cuestión migratoria, etc. Todos saben, además, que la realidad siempre se impone y, en consecuencia, o cambia la necesaria socialdemocracia o la apartarán otras fuerzas políticas. No obstante, se agotan las oportunidades y las vías a seguir no están claras y tienen diferentes padres, políticas y caminos.

*Experto en extranjería.