Es justamente conocida una famosa escena del Burgués Gentilhombre de Moliere en la que Jourdain, el protagonista, le dice a su profesor que quiere escribir una notita galante a su enamorada, pero que no quiere que sea en verso. ¿Será en prosa --dice el profesor--? En prosa tampoco --contesta Jourdain--. «Ha de ser una de las dos cosas porque para expresarse no hay más que prosa y verso. Todo lo que no es prosa es verso y todo lo que no es verso es prosa», le explica.

Y el diálogo termina con un final que no tiene desperdició y que transcribo literalmente:

Jourdain: Y cuando se habla, ¿cómo se habla?

Profesor: En prosa.

Jourdain: Entonces, cuando digo: «Nicolasa, tráeme las zapatillas y el gorro de dormir», ¿hablo en prosa?

Profesor: Sí, señor.

Jourdain: ¡A fe mía! Más de cuarenta años hace que me expreso en prosa sin saberlo. Os estoy agradecidísimo por habérmelo enseñado.”

No sé si, salvando las distancias y con la desagradable ocasión de la pandemia, a una parte de la sociedad española, --incluidas formaciones políticas, varias-- no le estará pasando lo mismo que al señor Jourdain y ya hace años que es socialista sin saberlo o sin quererse enterar. Se sepa o no, se quiera o no, las soluciones que se piden y que se están dando para superar tanto la crisis sanitaria, como la crisis social y económica que le sigue, son soluciones en el más claro y profundo sentido socialistas o socialdemócratas, que tanto da. Las pruebas están ahí. Veámoslo.

Ante la crisis sanitaria en boca de todos está la imperiosa necesidad de apostar aún más y con mayor fuerza por una sanidad pública, bien dotada y de calidad. Ha sido la red sanitaria pública, no sin problemas, la que ha dado respuesta. Más y mejor sanidad pública es uno de los claros mensajes que nos deja la experiencia vivida. Y eso coincide punto por punto con uno de los postulados esenciales de la propuesta socialdemócrata. Unos servicios públicos de calidad, sobre todo en sanidad y educación, posibilitan sociedades bien vertebradas, verdaderamente libres e igualitarias. Además, después de que afortunadamente va remitiendo la crisis sanitaria, nos enfrentamos a una dura crisis económica que derivará indefectiblemente en crisis social. Ante esta tesitura, causa cierta sorpresa, cuando no estupor, ver cómo desde todos los sectores económicos se acude a la acción mitigadora y salvadora de un Estado, que en momentos más boyantes, tiempos de vino y rosas, parece molestar o no hacer falta. Otra de las tesis fundamentales de la socialdemocracia adquiere aquí su máximo exponente: la necesidad de la acción reguladora, controladora e interventora del Estado.

El anarquista dice: «Ni Estado, ni Mercado»; el comunista: «Estado, sí, Mercado, no», el liberal: «Más Mercado, menos Estado», algunos neoliberales más radicales: «Mercado, sí, Estado, no». Lo que ha hecho grande la tradición socialdemócrata europea, hasta transformar de manera impensable nuestra sociedad después de la II Guerra Mundial, ha sido decir: «Estado, sí, Mercado también». El proyecto socialdemócrata se toma a los mercados y al Estado en serio y exige que el mercado sea verdaderamente mercado y el Estado, es decir, la política, cumpla debidamente su función. Que los mercados sean globales y los Estados nacionales, eso sí que es un problema y un reto para la política. Por eso, decir hoy más Estado es decir más Europa y establecer políticas supranacionales de supervisión, organización y control. Hablar socialdemócrata sabiéndolo, tiene todo el sentido en el siglo XXI. Desgraciadamente la pandemia nos lo muestra.

*Presidente de la Diputación