Querido/a lector/a, he leído un titular de periódico que me ha rememorado viejas preguntas. Digo, que he leído una frase que decía que «el socialismo estadounidense vive a finales del 2018 su mejor momento». Apreciación que señala que si la media de afiliación en todos los EEUU al partido Socialistas Democráticos de América era de unos 6.000, después de la victoria de Trump ha ido creciendo hasta los 40.000. Es evidente que por número es puro testimonio. Pero lo bueno es que algunos de los jóvenes que se presentan a todas las primarias que convocan los demócratas, además de ganarlas, aportan propuestas ajenas a la vieja tradición de los demócratas como la sanidad universal, la reforma de la agencia de inmigración, el aumento del salario mínimo, etc. Es decir, responden a Trump con un cierto giro a la izquierda y alguno de estos personajes se autodenominan socialistas como Bernie Sanders, el que compitió con Hillary Clinton.

Pero, ojo, si he dicho que ese titular me revivió viejas inquietudes, es porque en mi juventud me preguntaba por qué en EEUU no había una izquierda como en Europa. No había socialistas y comunistas. Por cierto, hoy, la respuesta está clara y no tiene complicación. Como alguna vez ha explicado el honorable Achille Occhetto: en la época de la guerra fría uno de los efectos de la misma, de la confrontación, es que el término socialista y las propuestas de izquierda tal como las entendemos en la UE eran cosa del otro, de los de fuera, del comunismo soviético, de la URSS, de los que no eran norteamericanos y, en consecuencia, se asfixiaban los componentes progresistas y radicales. O como decía mi amigo Jean Pierre Brandao, ni la izquierda ni el fútbol eran cosas de allí. No obstante, ahora, sin muro de Berlín se abren posibilidades para todos sobre la base de la democratización integral y su avance más allá de lo político, también en lo social y en lo económico.

*Analista político