Ahora, con la crisis, nos acechan varios peligros, unos de carácter sanitario, dicho de manera general, una evidente recesión económica y, cómo no, una auténtica pesadilla por la aparición creciente de la soledad, el aislamiento, el alejamiento de los demás. Cuando supe de las medidas tomadas no calibré su repercusión y pensé que un confinamiento me obligaría a poner en orden «mis cosas». Pero, muy pronto, me di cuenta de que la realidad vendría a ser otra: un aislamiento. Tendría que evitar el contacto con los demás —la soledad relacional—, con los amigos, en cierta medida, las ganas de trabajar disminuían… Estrechar las manos, dar un beso o un abrazo ha mostrado ser mucho más importante de lo que creíamos. Esta auténtica epidemia social, la soledad no elegida, deja secuelas sensibles en la conducta humana, especialmente en la salud, si no se previenen.

Dejando aparte los evidentes problemas habrá que plantear soluciones, si las hay. ¡Y las hay! Según dicen psicólogos y psiquiatras y filósofos y otros. En primer lugar, la compañía, el mejor antídoto: buscarla, y buscar las relaciones, tanto familiares como amistosas. Concurrir a reuniones y participar; dotarse de pasatiempos; practicar alguna actividad física y mental; acceder a organizaciones que promueven estas actividades. Lograr, así, la resiliencia, la capacidad de superar la crisis con los medios a nuestro alcance. Amén.

*Profesor