Existe una herramienta en el coaching moderno llamada actuar como si, en el caso del que vamos a hablar, actuar como si se fuera feliz. Numerosos estudios demuestran que la gente feliz sonríe con más frecuencia que la que no lo es, sin que necesariamente haya motivos para hacerlo. Y es que la mayoría de las veces esperamos estar felices para sonreír, cuando en realidad se deberían invertir los términos, pues reír genera bienestar. Así, el cerebro solamente distingue que estamos sonriendo, sin saber si la sonrisa es falsa o no, por lo tanto asume que estamos bien y para ser congruente con ese estado emocional empieza a cambiar hacia el optimismo y la positividad.

Se ha comprobado que cuando sonreímos liberamos dopamina y serotonina, neurotransmisores que ayudan a relajar el cuerpo y equilibran la tensión arterial, actuando también como un antidepresivo natural. En este sentido, un reciente estudio realizado por una universidad estadounidense despeja cualquier tipo de duda. Se reclutaron 170 personas, que fueron divididas en tres grupos. En un grupo, los participantes debían imitar a un asistente que sonreía, para movilizar los mismos grupos musculares que se activan durante una sonrisa genuina.

En otro grupo las personas debían fingir una sonrisa y en el tercer grupo, simplemente debían mantener su expresión normal. Mientras hacían esto, debían resolver unas pruebas diseñadas para aumentar el nivel de estrés. Se comprobó que el ritmo cardiaco aumentaba durante la tarea porque los participantes se estresaban, pero en las personas que sonreían, este volvía a disminuir rápidamente. Es más, quienes imitaron una sonrisa genuina tuvieron un ritmo cardiaco más bajo y reportaron sentirse menos estresados y más felices.

Es decir, que reír con motivo o sin él, reduce nuestro nivel de estrés y nos ayuda a ser más felices. Además, es contagioso porque cuando alguien ríe, las personas que están a su alrededor tienen un 25% más de probabilidades de estar contentos también. H

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)