Querido lector, ha pasado el mes de agosto y como tantos otros he vuelto a la página y al bendito rincón en el que escribo. Y digo bendito porque, aunque pueda representar poca cosa, el hecho de que me permitan ocuparlo me exige la preocupación de estar al día. Pero, al hablar de vacaciones, no diré lo que hace tiempo dijo Julio Anguita el de IU y, hace poco, Albert Rivera, de Cs: que las necesitan para alejarse del mundanal ruido y reflexionar sobre el futuro de la patria. En mi caso no es así.

Posiblemente porque no tengo que hacer milagros ni dar la impresión de que los hago. Lo mío es más cotidiano, tiene que ver con el caminar, bañarse, almorzar con los amigos, leer algún libro y mucha prensa… Por cierto, hablando de libros, este año le ha tocado el turno a Capitalismo y democracia, el libro póstumo de Josep Fontana.

En todo caso, existe suficiente información para que sin necesidad de ningún retiro espiritual, y aunque se esfuerce Steven Pinker (el catedrático de Psicología de Harvard) en repetir que el mundo, según sus números está cada vez mejor, aún existe demasiada gente influyente y sin alma. La cuestión esencial ahora no es facilitar la lista de prebostes económicos y políticos que representan ese necesario poder que aún está alejado, de forma dañina del bien común y de la justicia.

Lo importante es señalar que esa indignación, que casi siempre expresa esperanza y vocación de mejora, no es suficiente. Hace falta una indignación no conformista, que analice de forma crítica la causa de los problemas. Gentes como Donald Trump, Jair Bolsonaro, Matteo Salvini, Boris Johnson… nos lo reclaman cada día. Más o menos.

*Analista político