Cuando la pasada semana una empleada de la limpieza se disponía a realizar el repaso de una de las habitaciones de la pensión Zur Trifftsperre de Passau (Alemania), se encontró con un espectáculo dantesco: dos cadáveres aparecían tumbados en la cama, cogidos de la mano, mientras en los cuerpos aparecían clavadas varias flechas de ballesta. Por lo que se sabe, la causa de la muerte fue un certero disparo al corazón en ambos casos, mientras el resto de las flechas fueron disparadas posteriormente. No había signos de resistencia. Un tercer cadáver yacía en el suelo y con solo una flecha clavada en la garganta. Todo apunta a que después de haber asesinado a W. Thorsten y a E. Kerstin, C. Farina (el tercer cadáver) se había quitado la vida disparándose a sí misma en el mejor ángulo que le permitía el uso de este arma.

En la habitación se encontró el testamento de W. Thorsten, líder de una secta, donde se daba instrucciones precisas sobre cómo realizar este asesinato consentido. Por lo que se sabe, Thorsten alquiló una granja y fundó una especie de comunidad en la que convivía con varias mujeres a las que dominaba. Con una gran capacidad de manipulación, buscaba a chicas psicológicamente débiles y las sometía a progresivas humillaciones hasta que se hacía con el poder sobre su voluntad. Este tipo de suicidios colectivos son raros y se dan solo en casos muy desesperados. El modus operandi del líder es llevar al grupo a una situación sin salida, ofreciendo como única vía quitarse la vida. Las sectas siempre son lideradas por gurús carismáticos que exigen una total devoción y dedicación, con una gran capacidad de seducción, locuaces, caprichosos, narcisistas y tiránicos, que acaban abusando verbal, física y sexualmente de sus miembros.

*Psicólogo clínico

(www.carloshidalgo.es)