El magistrado del Tribunal Supremo (TS) Pablo Llarena ha decidido acumular las causas abiertas por el proceso independentista excepto la de sedición contra el exresponsable de los Mossos Josep Lluís Trapero y la intendente Teresa Laplana. Así, las causas por rebelión, sedición y malversación que investigaba la Audiencia Nacional contra los 14 exmiembros del Govern, el presidente de Òmnium, Jordi Cuixart, y el expresidente de la ANC, Jordi Sànchez, se dirimirán en el TS, donde ya se investigaba, por su condición de aforados, a los miembros de la Mesa del Parlament. Al margen de las razones prácticas que han llevado a esta decisión (facilitar la tramitación en un caso en el que hay 22 imputados), a nadie se le escapa que de esta forma también se juzgará a los acusados con un único criterio legal. Hasta el momento, la jueza de la Audiencia Nacional Carmen Lamela y el magistrado Llarena han mostrados diferentes criterios al menos en lo referente a la prisión preventiva de los distintos implicados.

Es previsible que en los próximos días el nuevo juez instructor tome declaración a los Jordis y a los exconsellers, lo que permitirá a las defensas pedir la revisión de la prisión incondicional que están cumpliendo. A escasos días del inicio de la campaña electoral, sin duda esta sería una noticia que rebajaría la tensión política que se vive en Cataluña. Pero lo que la unificación de causas prueba una vez más es el normal funcionamiento de la justicia en España, en contra del dibujo tétrico que algunos se empeñan en trazar con brocha gorda.