El Tribunal Constitucional (TC) mostró ayer un estrecho e improbable camino para la investidura de Carles Puigdemont como presidente de la Generalitat: ni voto delegado, ni intervención vía telemática, tan solo una investidura presencial sirve al candidato de Junts per Catalunya para convertirse en president de la Generalitat catalana. Eso sí, dado que sobre él pende una orden judicial de busca y captura e ingreso en prisión, para poder participar en el pleno de investidura debe tener una autorización judicial. Es decir, presentarse en España, entregarse y ser autorizado por el juez a asistir a la investidura. De esta forma, el TC bloquea de facto la investidura del expresident fugado a Bruselas.

Tras varias horas de reunión, el tribunal pospuso su decisión sobre si admitía a trámite el recurso del Gobierno de Mariano Rajoy contra la resolución del 22 de enero en la que el presidente del Parlament, Roger Torrent, propuso a Puigdemont como candidato a la investidura. Pero, como medida cautelar, suspendió las resoluciones dictadas por Torrent y expuso las condiciones en las cuales debe celebrarse el pleno del próximo martes. Ahora, tanto Torrent como la Mesa del Parlament saben cuál es la situación legal con la que afrontan este delicado pleno de investidura. Torrent en su momento dijo que no iba a cometer ilegalidades, y el Constitucional le muestra cuál es el camino, muy estrecho, por el cual puede transitar para ser fiel a sus propias palabras.

El presidente del Parlament catalán y la Mesa tienen una trascendental decisión ante ellos. Si respetan los cauces que indica el TC, Puigdemont no puede ser el candidato salvo que se entregue y que el juez Pablo Llarena le permita asistir al pleno, una situación altamente improbable. Por tanto, si desobedece al TC, y se lleva a cabo la sesión de investidura vía telemática o con delegación de voto, el Parlament catalán volverá a adentrarse en la situación que ya se vivió el pasado 6 y 7 de septiembre, y eso es algo que Cataluña no puede permitirse. La irresponsabilidad, las argucias y las astucias han llegado a su fin con la decisión del TC. Cataluña necesita estabilidad y un Gobierno, como dijo el propio Torrent, que sea capaz de gobernar desde el primer minuto de su toma de posesión. No parece que Puigdemont esté en disposición de encabezar ese tipo de Ejecutivo.